Un día singular: ¡Día de Extremadura! Día para recordar. Para pensar y ganar la esperanza. Para mirar hacia delante, recobrar fuerzas y agarrar la mancera sin desmayo. Para llevar ilusiones que hagan brotar una alegría tan exultante como una oda de Pablo Neruda , aunque haya zarzas espinosas sofocando a las vides. Para repensar esta tierra, que sustenta el hogar, donde haya abejas que repartan miel y no la hiel del desaliento, con un proyecto en cada casa. Donde, unidos por un cálido anillo, caminemos con mochilas de progreso, abordando la lucha sin miedos, y sin agujeros en las manos con voracidad consumista, sin cantos de cigarra y alegres festines, y donde las espigas florezcan en panes para todos. Para que en nuestros campanarios sigan crotorando las cigüeñas de la paz, en el hermoso ambiente del cielo extremeño.

En este día, de color especial, pero con vientos racheados, hagamos faenas en común, cogidos de la mano, aunque con distintos credos y oraciones, pero bajo igual bandera: verde, blanca y negra; mientras tiramos al cesto de la ropa sucia nuestros reproches. Día en que resuene una canción de insobornable carácter, porque en la brega se hacen surcos hondos donde sembrar semillas de futuro, sin tanto paro obrero y pobres en las aceras, y sí con muchos brazos para alzar a esta tierra al puesto merecido, en feraces primaveras e inviernos apacibles.Y que estalle la aurora con otros horizontes, tras las turbulencias de esta crisis, que parece declinar hacia lontananzas de un cierto optimismo que nos alivia...

Hoy debe ser un día total, sin desalientos. Para volar alto y mirar de frente, huyendo de la duda estéril y la inacción, que agostan el manantial que riega la hierba verde de nuestros huertos.Y llorar poco.Y reír mucho.Y caminar siempre, para que entre todos hagamos la gran Extremadura, esmaltada de pinos, encinas y robles, de cerezas, trigos y aceitunas de nuestros bosques y campos. Emergerá así ese "árbol respirable y habitable, empeñado en florecer y dar fruto", de Pureza Canelo .

El árbol de Extremadura, cuidado con esmero exquisito y en dura tensión, pues, según Manuel Pacheco , "para curar el cáncer no sirven las libélulas". Pero sin remover heridas, suscitar lástimas o recordar miserias, pues llegarán días mejores a esta tierra bendita, de "matriz extensa" y con la fuerza de que siempre hizo gala.