Maestro

Un día cualquiera, uno se levanta un poco antes de las siete de la mañana y conecta la radio. Raro es el día que la primera noticia no tenga algún matiz dramático. Cuando no es una guerra, es un atentado, una imbecilidad del tejano (incapaz de capturar al terrorista más buscado), el dato de los muertos al volante, de algún accidente laboral evitable, la llegada o el naufragio de alguna patera con madres embarazadas que quieren otra vida para sus hijos, el asesinato de una mujer a manos de quien un día le dijo que la quería, la muerte por hambre de niños (ahora hasta en Argentina), la excarcelación de algún delincuente de sangre o de guante blanco, los datos del paro, la imparable subida del IPC, el intercambio de piropos entre Gobierno y oposición, el hundimiento del último petrolero, los aviones que se caen, el abuso de autoridad de un mando militar con una soldado vocacional en tierras de la Serrana de la Vera, la denuncia de una violación, el asesinato de un voluntario o un periodista, la barbarie del fútbol al que ahora se asiste con bocadillos de cochinillo asado y botellas de whisky, el narcotráfico en el ejército, el empeño del Gobierno en dejar sin vida los pueblos de nuestra tierra, el encarcelamiento de un cargo público, el cierre de una televisión diferente, hecha aquí por los de aquí y para los de aquí, la no descongelación de los salarios, el desalojo de un vecino de un ayuntamiento democrático, una carga policial, la prohibición de manifestaciones, la negación de las evidencias, sean éstas una huelga o una protesta, la asistencia a una cacería inoportuna, la degradación de algunos políticos que mientras se debatía sobre la violencia de género se entretenían viendo pornografía en sede parlamentaria, la muerte de un drogadicto conocido, la llegada de la ministerial inexistente marea negra a enlutar la costa gallega, la angustia de jornaleros, el obligado paro de los mariscadores, la póliza del cura de la caja, la desaparición de papeles del caso Gescartera , la disminución del número de becas, la continuidad del botellón , las obras interminables, el caos del tráfico, la insaciabilidad de los constructores que hace casi imposible el acceso a una vivienda digna, la desaparición de alguna especie animal o vegetal, la tala o la quema de un bosque, una explosión, la ablación de clítoris, la lapidación de mujeres enamoradas de otro hombre, la explotación sexual de mujeres y niños, la negativa a la investigación para paliar el dolor y atajar las enfermedades.

Apagas la radio y tras cerrar la puerta del mejor lugar del mundo, que es la casa de cada uno, sales a la calle y camino del trabajo saludas a las mismas personas en los mismos sitios y a la misma hora. Llegas a tu clase, abres la puerta y comienzas a construir un nuevo mundo con los chavales, y te reafirmas en que ser maestro es maravilloso y que merece la pena el esfuerzo de trabajar para que esos chavales, que la sociedad nos encomienda para participar en su formación, sepan poner en valor los valores que realmente valen y no están sujetos a ningún índice ni cotización que los mercantilice.

Y notas que un día en la escuela no es un día cualquiera.