El día que Darío Fo se presentó en el Teatro Romano de Mérida quedará para los anales, porque no fue una representación solamente, sino que fue algo más.

Si José María Aznar hiciera lo que hace Darío Fo, veríamos el mismo acto sólo que a la inversa. Cuando Aznar lleva a los suyos a la Plaza de Vista Alegre, ya saben todos a lo que van, y Aznar no los defrauda. Cuando Darío Fo hace ese mismo acto en el Teatro Romano de Mérida, la diferencia está en que la izquierda lanza una verdad terrible, y en la Plaza de Vista Alegre se va a la desesperada a defender lo indefendible que es la guerra, algo que sólo han defendido en este país los curas cuando levantaban la mano, y el obispo de Santiago lanzándole una santiaguina al Rey y a Zapatero.

Lo de Fo es lo mismo, pero diametralmente distinto, porque Fo se manifiesta con un arte genial e inimitable, si encima le acompaña la suerte de tener unos teloneros como Margallo, Petra Martínez y Vicente Cuesta, iniciando la obra de Fo, Pareja Abierta , entonces todo es superlativo, salvo que el acto de Vista Alegre, se iniciara con la actuación de Arturo Fernández.

En el caso de Mérida, el público curiosamente llegó al teatro como el día que se concentró ante la sede del PP en Génova.

Se trata de una multitud que no quiere que se la engañe más, y por lo que veo toma partido.

En el acto de Mérida había hasta recién llegados de Cuba, y sólo desentonaron dos cosas, que Pepe Sacristán se pusiera delante de Fo de rodillas, y la media hora que le sobró a un Darío obnubilado por las circunstancias.

*Escritor