TNtos contemplan días convulsos, agitados como el corazón que ha corrido hacia ninguna parte y se desliza en pendiente hacia la fase fibrilar, a punto de morir por isquemia. Confieso mi absoluta confusión y perplejidad por el presente, mi creciente pánico por el futuro y mi absoluto desprecio por el pasado. Ignoro si como periodista puedo hacer algo más por todos aquellos colegas que están a punto de entrar en "parada cardio-laboral"; cientos de colegas periodistas que a esta hora del cierre, se debaten entre la incertidumbre y el abismo. Ignoro si esto que escribo pueda servirles de algo puesto que la palabra es "nada" al lado del gigantesco miedo que uno siente azotándole las sienes cuando en su camino vital (cv) se aproxima el fantasma del paro.

Nos contemplan días convulsos. El periodismo hace aguas mandando a miles de periodistas por el tubo de desagüe a la esquina del desamparo, amigos y compañeros de viaje que serán bienvenidos a este lugar donde algunos ya flotamos desde hace tiempo como hojas arrancadas de algún periódico. Emergemos cada mañana en un limbo en el que apenas suenan los teléfonos; donde las agendas de los jefes no duermen en la dichosa hoja de la letra "g", la de tu apellido. Un limbo de proporciones abismales en el que por fin descubres qué compañeros de viaje han sido "verdad" y quienes han sido "mentira".

Sin embargo esto no es noticia. Nos pasamos la vida buscando, abrazando, mimando, alimentando y puliendo las noticias pero cuando la propia noticia crece con la levadura de nuestro amor y nos arrasa... entonces, ya no es noticia. A nadie le interesa un periodista desahuciado, un periodista sin periódico, un periodista sin micrófono, un periodista sin medio al que llevar la noticia. El primer mandamiento es que "nunca somos noticia". Pero vivimos días convulsos en los que la rampa del desahucio se abre de par en par también para nosotros, estamos desapareciendo lentamente, sin ruido mediático... por el tubo del desagüe hacia la esquina del desamparo.

XOBSERVOx con profunda e íntima pena el lento morir de nuestra causa. Tanto hemos muerto que ya no nos grita la garganta, salvo para dejar volar alguna mariposa e hilvanar en el suburbio de un blog la travesía de un día cualquiera ¿Tanto hemos muerto? Es un lento morir como dicen que mueren y se extinguen algunas especies a lo largo y ancho de la Historia; lento, muy lento, como el largo camino que nos lleva hasta la gloria de ver tu rúbrica a los pies de una noticia trabajada desde las tripas. Se nos está muriendo esta bendita profesión a chorros de tinta; en las redacciones y en las cavernas luminosas de las rotativas conmueve la machacona ausencia del bullicio que difícilmente habitará ya en sus entrañas.

Me pregunto si la crisis es la causa o el pretexto. Me pregunto si sobramos la mitad de los periodistas o acaso sobran la totalidad de los jefes. Me pregunto si los desahucios periodísticos tendrán el mismo eco que otros desahucios tan destacados en primera plana. Me pregunto "qué", "quien", "cómo", "cuándo", "dónde" y "por qué"... Me pregunto cómo ayudar a los próximos colegas que irán llegando en oleadas hasta la esquina del desamparo, me pregunto si alguna vez saldremos de ella erguidos, sin las heridas que el zarpazo del paro deja tatuadas en la comisura de los labios. Me pregunto si los colegas periodistas que leerán este artículo tendrán la fuerza suficiente para esbozar una mueca solidaria y contar nuestra historia como cuentan las mil y una noches de esta crisis. Las mil y una historias que a diario tallan las portadas en negrita.

Nos contemplan días convulsos, agitados como el latir de un corazón sacudido por la prisa de vivir para no morir. Pero esto no es noticia. Un periodista nunca es noticia, ya podemos morir en guerras o escurrirnos como agua sucia por el desagüe, ya podemos inmolarnos por la causa y escribir hasta morir, nunca, nunca, pasaremos el límite de la contraportada.

Nos arrastra un tsunami de proporciones incalculables, la gran ola salpica cada vez, a amigos y colegas más próximos sin posibilidad de aferrarse a ninguna tabla de salvación. Pero al igual que en la película "Lo imposible" ocurren milagros... Sea lo que sea que nos depare el futuro, sed bienvenidos a este limbo en el que hay todo un mundo por descubrir, un limbo en el que el "titular" es uno mismo porque toca hablar de ti; donde el "pie de foto" alude a los restos de un naufragio. Un naufragio sí, pero con supervivientes que harán lo posible e imposible... vivir para contarlo.