Hacía tiempo que un discurso Real no era tan polémico, y eso que nuestro Monarca se ha comedido hasta el extremo. Le han llovido las críticas por decir que Cataluña es un problema, y en eso coincido con sus detractores, Cataluña no es problema, el problema son algunos rufianes que viven en Cataluña, y que viven a costa de Cataluña y del problema catalán. Imagínense que no se hubiera creado este problema catalán, ¿cuál sería la altura política de los políticos catalanes actuales? ¿Los cerca de mil millones de Puyol?, ¿El estado actual de las instituciones públicas siendo una de las más ricas de España?, ¿Los agujeros que aún así debemos tapar el resto de comunidades por su mala gestión?

España y los españoles no tienen un problema catalán, tienen un problema con la mayoría de políticos catalanes que viven del problema y que necesitan crear un enemigo externo para justificar su nefasta gestión interna. Es una táctica política utilizada siglo tras siglo, legislatura tras legislatura, año tras año por dictadores y dirigentes mediocres. EEUU tenía a la URRS y viceversa. Justo después de la crisis, Maduro también culpa al imperialismo americano de todas sus desgracias, evitando contar a sus ciudadanos quién de verdad se beneficia de Venezuela y de su riqueza, que son precisamente los opuestos a su gran enemigo.

Pero no sólo ha sido Cataluña. Muchos de nuestros mediocres políticos han debido claudicar ante esa realidad expuesta por Don Felipe y que ellos no han sabido detectar y por desgracia para nosotros solucionar. La diferencia callada es que nuestro Rey ha querido hablar para el pueblo y del pueblo, y nuestra política actualmente habla de sus sillones, de gobiernos y de partidos usando al pueblo para su beneficio.

No crean soy muy monárquico, en mi armario no encontrarán corbatas verdes, pero debo admitir que me ha gustado el discurso Real precisamente por ser muy real. Otras monarquías, democracias, repúblicas, Estados, países, y sistemas de gobierno varios tienen también sus «Reyes», hasta nuestros partidos políticos tienen Reyes, sin corona, alguno con bastón y sillón, pero Reyes de facto, disfrazados de pueblo en un malévolo intercambio tal «Príncipe y mendigo» pero al revés.

Guste a quien disguste y disguste a quien guste, cada vez me cae mejor este muchacho, Felipe, no por su sangre azul, porque cada vez la tiene más roja, y cuanto más roja, más azul la tenemos todos. Feliz Navidad.

*Maestro.