THtay en la cabeza de un maltratador metida mucha historia, mucha teología y mucha doctrina. Tratados enteros sobre la inferioridad biológica y siglos de práctica misógena, para que, de la noche a la mañana, el respeto por la mujer sea posible. Por mucho que ahora algunos se avengan a que han dignificado su papel, ("¡vergüenza les debía dar ser mujer!", decía un padre de la Iglesia), hay todo un fondo doctrinal al respecto que ha determinado el papel femenino en el mundo.

Y no hay que irse sólo a los principios ni a la Edad Media: los hombres, recibimos una educación exhaustiva sobre ese ser provocador, pecaminoso, débil mental --cabeza de mujer, cabeza de alfiler-- y lenguaraz que era la mujer; a éstas se les machacó con la explicación paulina a los corintios: la cabeza de la mujer es el hombre. De tales premisas surgen el dominio, el desprecio, el derecho de prioridad, el matonismo del macho sobre la hembra, el sometimiento y el servilismo, considerados incluso como virtudes.

Actualmente el pensamiento misógino sigue creciendo y en las mejores familias: La CEOE llama a la ley de igualdad de las mujeres que pretende Zapatero "rejón de muerte" y el Papa actual en su primera encíclica, vuelve a denominar a María "la sierva del señor", olvidando cualquier palabra de reconocimiento y acogimiento a la mujer.

Que la trata de blanca también aumente cada día, que el racismo y el machismo, que beben en las mismas fuentes y escupen el mismo desprecio, se incrementen; que los malos tratos sean más numerosos y que el maltratador también se acrezca, parece hasta lógico: en ciertos bares éste sigue siendo un tío con dos cojones; en ciertas iglesias todavía tiene bula: "la causa de la violencia, es, con frecuencia, la mala lengua de la mujer", acaba de pregonar Gironés , teólogo católico castellonense; en ciertos países la aceptación del embarazo está a lo que nazca: si es niño, sí. Si es niña, no y, ciertos jueces mantienen cierta comprensión con la mano dura.

Tanta doctrina ha generado una práctica y esa práctica un terror helado que recorre como una culebra maldita la espalda de miles de mujeres: "yo tengo el miedo de mi madre y mi madre tuvo el miedo de mi abuela".

¡Las pistolas no las carga el diablo: quizá la doctrina!

*Licenciado en Filología