El artista afincado en Plasencia Ismael Alabado se encuentra en el ojo de la polémica a raíz de que su participación en la sala de exposiciones Habana Espacio Libre de Cáceres consista en una denominada instalación artística que propone ver cómo mil grillos, a los que se les ha pegado a un panel, se debaten para escapar, no lo consiguen y mueren. Alabado, con el fin de mantener su obra literalmente viva, guarda en cajas varios miles de grillos para ir sustituyendo a los que dejan de moverse. El autor defiende que los grillos no sufren. Con independencia de que los especialistas en zoología aseguran que los grillos sufren estrés como cualquier ser vivo ante una situación angustiosa, cabe preguntarse si, aunque fuera verdad que los animales no sufrieran, se debe considerar arte una manifestación cuya única propuesta al espectador es ver cómo un animal se debate desesperadamente por escapar de una situación que le aprisiona. ¿Debe ser considerada como una manifestación artística la desnuda expresión de la angustia, del dolor, del miedo? Si así fuera, no se sabe a qué esperan los marchantes para poner precio a cualquier vídeo que recoja cómo es la agonía de los galgos que algunos galgueros ahorcan al final de la temporada de caza. O ya puestos, deberían empezar a cotizar en el mercado del arte los espasmos de un condenado a la cámara de gas.

La muestra de Habana Espacio Libre está sostenida con fondos de Cáceres 2016, que ha pedido la retirada de la obra de Alabado. Y es que difícilmente se podría encontrar cómo gastar el dinero en un objetivo más radicalmente contrario a la aspiración a la Capitalidad.