TAtl final se colmó la aspiración del pequeño comercio. Fin a la apertura de 16 festivos al año, regresamos a la 'normalidad' de los 10 y colorín, colorado, el cuento de abrir todos los primeros domingos de mes en Extremadura, se ha acabado.

El final estaba previsto. El compromiso se lo arrancó el pequeño comercio al PSOE cuando estaba en la oposición y ahora en el gobierno era de obligado cumplimiento si quería seguir pasando por un partido serio. De ahí el cambio de ley hace dos meses y de ahí también la retirada de la declaración de zonas de afluencia turística para Cáceres, Badajoz, Mérida y Moraleja del pasado viernes. Ya no hay razón que justifique tanta apertura como antes --lo cual es un tanto contradictorio-- y desde ahora en adelante puede abrir todo el mundo cuando quiera menos las grandes superficies que deberán supeditarse a un calendario prefijado de 10 y no 16 festivos al año. Los establecimientos que tienen menos de 300 metros cuadrados tienen horario libre en toda España y pueden abrir cuando quieran.

¿Es bueno el cambio? Pues sí y no. Es evidente que el pequeño comercio precisa de políticas proteccionistas que permitan una competencia más o menos acorde con las grandes superficies. Sin embargo, el sector debe espabilar y no aferrarse a la teoría de que 'todo siga como está que así me vale' cuando la gente, los compradores en resumidas cuentas, han evolucionado tanto que ya no quieren lo de siempre. Las técnicas de mercado permiten comprar incluso a golpe de 'clic' y desde casa cuando se desee, no existen ni horarios ni días de cierre en internet, y el desarrollo de las ventas 'on line' es tan espectacular que obviarlo sería como el avestruz que mete la cabeza en el suelo huyendo de los depredadores. Pero es que, además, ir de compras se ha convertido en un modo de ocio se quiera o no se quiera ver y hay urbes como Badajoz que han afianzado su personalidad en este modelo. Coartar ahora sus posibilidades, de algún modo, también es limitar su progreso, máxime cuando a unos pocos kilómetros está Portugal donde no existe limitación horaria y donde las grandes superficies también están dispuestas a jugar la partida por los mismos clientes.

Hay quien sostiene que las grandes superficies no generan empleo, que es falso. Y hay parte de verdad en ello. La legislación laboral permite estirar la jornada como un chicle o, lo que es peor, jugar con los horarios de los trabajadores al antojo del patrón. Hay excepciones loables, pero resulta común cubrir domingos con el mismo personal del resto de la semana o, lo que es peor, establecer contratos precarios de 12 o 15 horas repartidas durante los siete días de la semana. Pero éste es otro debate; habrá que cambiar la legislación vigente o establecer si procede un marco de inspecciones que permitan desterrar abusos de esta naturaleza. Lo que no es lógico es argumentar en contra de una mayor libertad horaria amparados en que los empresarios son una banda de cuatreros. Porque puede que no se haya generado el empleo pronosticado, pero darse una vuela por Badajoz es darse cuenta de que algo ha cambiado, en empleo y también en número de clientes. Y eso no se debe al comercio tradicional.

Quizás en este asunto se ha obrado con demasiada urgencia. Quizás no requieran el mismo tratamiento todas las grandes ciudades y quizás no haya que tomar las decisiones en función del partido que esté en el poder. Una reflexión seria o una rebaja menor del número de festivos entraban dentro de la posible negociación porque ponerle puertas al campo resulta un contrasentido y obrar de una manera ahora y otra distinta hace sólo dos años una cuestión que seguro acabará en los tribunales como ya han anunciado Cáceres y Badajoz. El siguiente capítulo lo dictarán los jueces y a partir de ahí seguiremos con el debate y sin acuerdo.