En las fechas que rodean el Día Mundial del Medio Ambiente parecen escucharse más alto los ecos de aquellos informes que vienen mostrando la cruda y triste realidad ecológica que soporta nuestro maltratado planeta. Incendios forestales, sequías, pérdida de especies animales y vegetales, cambio climático, plantas atómicas y residuos radiactivos, aumento del ruido en las ciudades y en el campo, degradación del suelo, cada vez más basura, más gasto y derroche de energía...

Independientemente del impacto particular que pudieran tener cada uno de los ejemplos del antedicho y pavoroso listado, nuestra región no queda al margen de esta situación de regresión en su calidad medioambiental. Según el informe Insostenibilidad sostenida. Crisis ambiental de Extremadura, 2006 , publicado por Adenex a principios de este año y que puede consultarse en www.adenex.org, la situación natural y ambiental de nuestra región sigue empeorando con incontrolada rapidez y obstinado empeño. Ahora sí podemos decir que el medio ambiente en Extremadura está en venta. De manera que después de lo expuesto no cabe sino preguntarse: ¿A qué se debe todo esto? ¿No está claro que es imposible la calidad de vida sin vivir cotidianamente en un entorno saludable? ¿No es la salud lo más importante para la existencia misma de todo ser vivo, por supuesto de las personas primero? ¿La biodiversidad no aporta riqueza al mundo? Entonces ¿Qué ideas dominan la sociedad para que el progreso de la destrucción ecológica no se detenga de una vez y se opte valientemente por un desarrollo sostenible?

Adenex opina que todo tiene su origen y fundamento en el dominio de la ideología antiambiental . Esta, como toda que se precie, tiene un ideario basado en valores máximos. La codicia, a la que se disfraza en el discurso de la plusvalía monetaria; la esquilmación de los recursos naturales, expuesta como eficacia; y el liberalismo económico, explicado como competitividad.

También, como no, plantea un modelo de progreso social. Primero, explotar al máximo y sin miramiento alguno el medio natural; segundo, y como consecuencia de ello, el enriquecimiento de unos pocos; y tercero, ya instalados en la opulencia, el maquillar cosméticamente los platos rotos de la naturaleza.

Para conseguir sus logros los antiambientalistas, evidentemente, aplican determinadas estrategias . Estas vienen a ser muy variadas y no son fáciles de identificar claramente por los ciudadanos, pues también, como sus valores, tienen una doble cara. Así, por ejemplo, la ideología antiambiental publicita insistentemente, pero sin mostrar datos basados en la evidencia, que, en sí mismo, el control del riesgo ambiental es una infalible garantía para la ausencia absoluta de cualquier tipo de accidente o de daño continuado a la salud de las personas o a la naturaleza. Diseña nuevas necesidades sociales de movilidad, ocio, consumo..., presionando a las personas para que éstas les sean imprescindibles y se presenta como la solución ante los nuevos problemas medioambientales. Inventa, cuando conviene, la radicalidad de aquellos que se oponen a su influencia; auto-colocándose inmediatamente ante la opinión pública en un falso punto medio de ecologismo razonable . También tiene sus mecanismos de defensa . Por ejemplo, no duda en propiciar falsos debates sociales como los ya tópicos pajaritos o personas , y en caso de verse presionada, diciendo que el ecologismo es un lujo que no pueden permitirse sino determinados privilegiados que tienen su vida resuelta. A veces, la ideología antiambiental tiende a hacer determinadas concesiones ecológicas, con discursos proambientales amables sobre la necesaria educación ambiental infantil, u organiza ecoeventos lúdicos para adultos, o proclama lo bonito que es un paisaje concreto.

Sin embargo, lo más preocupante es que esta ideología impregna ampliamente a muchos miembros de nuestra clase política, aunque evidentemente no a todos. Sin que esta impronta se corresponda coherente o claramente con la representación ideológica que se expande en el tradicional arco parlamentario. Y es que esta es una ideología atípica y, al parecer, compatible con otras que en otros campos sociales suelen ser antagónicas. De manera que tan poseedor de ella puede ser un político de derechas como de izquierdas.

Frente a la dominante ideología antiambiental, ante su influencia y su poder, el movimiento ciudadano por la Justicia Ambiental, compuesto por plataformas cívicas, agrupaciones de personas, asociaciones sociales, organizaciones, ONGs, etcétera, cada día recibe más apoyos de las gentes. Incluso de las políticas que no ven nada claro la eficiencia social del antiambientalismo dominante y sí ven diáfano que con sus hechos se consigue más bienestar material presente a costa de hipotecar medioambientalmente a las generaciones futuras.

Todos estos nudos del tejido social exigen, los ciudadanos exigimos, participar en la toma de decisiones que afecten a nuestro entorno y a nuestra salud; que se cumplan todos los acuerdos internacionales dirigidos a la protección del medio ambiente y que se cambie el rumbo social hacia el desarrollo sostenible. Su lucha, nuestra lucha, es la fuerza que conseguirá poder vivir, nosotros y los que aquí lleguen, en un mundo lleno de aire limpio y aguas puras, tal como dice el himno de Extremadura. adenexadenex.org

*Secretario general de Adenex