Delibes escribió en 1969 un experimento entre kafkiano y orwelliano que buceaba en la estructura de la novela, rompía la sintaxis y deletreaba los signos de puntuación. Rendía así tributo a las nuevas corrientes narrativas con una fábula angustiosa, deudora de las novelas utópicas como 1984 o Un mundo feliz, pero con metamorfosis a lo Gregorio Samsa. El objetivo de las primeras era atacar cualquier totalitarismo, pero al introducir la anécdota kafkiana nos enfrentaba además al absurdo de la existencia y a la arbitrariedad de un mundo sin sentido.

Una, con razón o sin ella, encuentra a veces consuelo en confrontar la vida que vivimos con las novelas que disfrutó. Por eso ha dado en recordar a Delibes en estos tiempos aciagos, cuando un microbio imparable, por azar o designio divino, asesina a nuestros mayores y nos enfrenta a una pesadilla más que real.

Estamos viviendo este momento con impotencia y desazón, cuando el virus letal salido de no se sabe dónde arrasa el mundo que hasta ahora conocíamos, nuestro sistema de valores y nuestras certezas. Solo falta encima que por detrás de la maldición médica que mata vidas y economías aparezca omnipresente la cabeza tuiteada de nuestro villano local totalitario como el Gran Hermano de 1984, el Napoleón de Rebelión en la granja o el Don Abdón de Delibes, el padre más madre de todos los padres, que entre el paternalismo y la amenaza, aprovechando los poquísimos votos que por una azarosa coyuntura le han convertido en vicepresidente de un presidente noqueado, nos recuerda que ahí está él, si hace falta, para acabar con nuestra libertad en el caso de que su criterio todopoderoso así lo estime.

El material sanitario que es preciso para acabar con la pandemia según la OMS, llegará en algún momento entre abril y junio, pues el confinamiento solo no sirve. Y mientras, un gobierno titubeante nos recluye más y don Abdón Iglesias amenaza con desposeernos de aquello que nos pertenece. Quizá haya creído que, tras aplicarnos el programa de la mudez a la paz, puede también convertirnos en borregos.

*Profesora.