Escena en un bar de carretera entre Cáceres y Badajoz. Jueves, ocho de la mañana, tres paisanos y un camarero. «Que se vayan a la porra, este que está aquí no vota esta vez», dice el primero. «Pues saldrán los otros», dice el segundo. «No, porque yo soy de los otros y tampoco voy a votar», corrige el tercero. Y el camarero sentencia: «Al final, votamos todos y sale lo mismo, verás». La conversación refleja a la perfección el estado de ánimo de la gente: hartazgo frente a la política interesada de los partidos que no son capaces de ponerse de acuerdo e impotencia ante una decisión que, en principio, no tiene pinta de solucionar nada dado que hay muchas probabilidades de arrojar un resultado idéntico o similar que obligue nuevamente a pactar.

Está claro que Pedro Sánchez quería a Ciudadanos, pero la deriva de los naranjas hacia posiciones más de derechas lo ha hecho imposible. Esto es como cuando la novia o el novio se tienen que casar obligados con otro o con otra porque el elegido o la elegida ha dicho que no. ¿Qué ocurre? Pues que uno no duerme tranquilo. Eso le debe pasar al líder del PSOE a tenor de lo dicho esta semana en su entrevista en televisión, que no dormiría tranquilo con ministros de Podemos en el Gobierno. Porque digámoslo claro: Podemos para el PSOE no deja de ser un amigo impostado, un compañero de viaje del que sencillamente no se fía, sobre todo si el camino está lleno de peligros como la crisis económica que nos acecha o el desafío catalán que está a punto de eclosionar de nuevo con la sentencia del ‘procés’.

Sánchez no quiere un gobierno de coalición donde Podemos pueda tener mando en plaza con una crisis catalana estallando en medio de la mesa del consejo de ministros. Su gobierno en minoría no deja de ser un hándicap si tiene que depender de los independentistas por un lado y de Podemos por otro, cuyos diputados ‘comunes’ están más que alineados con las fuerzas secesionistas, a las cuales les importa poco, por no decir nada, la crisis institucional que puede abrirse en el país.

Así pues, elecciones y estrategia, a ver si el resultado resulta mejor para el Partido Socialista de Cataluña (PSC) a costa de las fuerzas independentistas, en franco retroceso, y también mejor para el PSOE a costa de Podemos y Ciudadanos, en recesión según la mayor parte de las encuestas. Esta es la apuesta de Ferraz y de los ‘gurús’ demoscópicos de Moncloa y, de ahí, su posicionamiento moderado y centrista, tratando de huir de posturas más radicales ahora que los morados se han ido a la izquierda del PSOE y los naranjas se han alineado con el PP hasta el punto de adelantar una hipotética coalición de gobierno con el propósito de echar a Sánchez de la Moncloa. Sin embargo, una cosa son las apuestas o los estudios sobre el papel y otra la realidad, la cual de aquí al 10-N puede variar y darse la vuelta como un calcetín.

El relato desde el PSOE está creado: Pedro Sánchez lo ha intentado, pero los demás no han querido o no le han dejado. Pero de la otra parte también ha hecho su relato: el único responsable de la repetición de elecciones es Pedro Sánchez, quien no ha sido capaz de llevar adelante el encargo de rey de formar gobierno. De esta manera, ambos relatos compiten en la arena con los partidos claramente alineados en dos bandos. Está por saber qué piensa la ciudadanía, sobre todo esa que se mueve en la nebulosa de la indefinición y que no actúa por ideología sino en base a estímulos e impulsos.

Hay quien señala que vamos camino del resurgir del bipartidismo, que la emergencia de los nuevos partidos ha empezado a retroceder. Aunque la afirmación tiene más de deseo que de realidad (los viejos partidos se sienten más cómodos si compiten con un enemigo claro), no cabe duda de que en estas elecciones, a pesar de la abstención y a pesar del cabreo, el PSOE y el PP van a experimentar un alza, lo cual no quiere decir que sea suficiente para formar gobierno. En el primer caso porque, igualmente, se tendrá que seguir contando con Unidas Podemos pues, de lo contrario, no se suma y a ver ahora como se sientan alrededor de una mesa; y en el segundo, porque, de querer alcanzar el poder, tendrán que sumar a tres bandas con Ciudadanos y Vox y es muy complicado alcanzar aquí una mayoría si el resto del Congreso está en contra.

Dormir como los angelitos como quiere Sánchez --como llegó a hacer González, Aznar o incluso Rajoy y Zapatero-- resulta harto complicado en los tiempos que corren. Y menos aún si hay de por medio una contienda electoral como es el caso y se rompen, o dinamitan, todos los puentes donde fraguar después una hipotética alianza. Noches de insomnio les espera a todos.