WLwa muerte de tres niños en Navalmoral de la Mata, ahogados en una charca situada en una explotación ganadera, ha causado una conmoción general y ahora resulta casi irremediable pensar si este trágico accidente se hubiera podido evitar. Ante esta circunstancia, el dolor de una familia es y será suficiente argumento para no caer en cualquier tipo de análisis especulativo que sólo haría hurgar en la herida abierta.

El caso de Navalmoral no ha sido un hecho insólito en la comunidad extremeña, donde la presencia de estas lagunas utilizadas como abrevadero del ganado es algo muy habitual en el campo. Ya ocurrió en Fuente del Arco en el 2001, con la muerte de dos niños. La existencia de estas charcas sin acotar ofrece unas incógnitas legales que habrá que discernir para conocer las obligaciones y responsabilidades de cada cual, de propietarios, arrendatarios o la propia Administración. Lo que está claro es que la sola presencia de estos pequeños embalses ofrecen un peligro real hacia la población. El drama de Navalmoral ha sido lo suficientemente sangrante como para buscar una solución a un problema que no radica sólo en el Campo Arañuelo, sino que afecta al resto de una una región plagada de este tipo de ´trampas´, necesarias, a su vez, para muchas economías locales.