Tras una primera reacción, de las más tibias entre las que se produjeron en el Consejo Europeo, España ha endurecido el tono para pedir explicaciones a Estados Unidos sobre el espionaje masivo a dirigentes y ciudadanos europeos. No en vano se ha sabido, a través del periodista que divulga los secretos del exanalista Edward Snowden , que solo en un mes la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) controló más de 60 millones de comunicaciones en España, entre llamadas telefónicas y mensajes de diverso tipo. Además de convocar al embajador estadounidense en Madrid, que no dio explicaciones satisfactorias, remitiéndose siempre a inconcretas razones de seguridad, el ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo , calificó de "inaceptable e impropio" que Washington espíe a países aliados y advirtió de una posible "ruptura del clima de confianza" entre EEUU y España si se confirman las sospechas.

Es lo menos que hay que exigir al Gobierno, sobre todo tras el exceso de prudencia de Mariano Rajoy en la reciente cumbre de Bruselas, donde no se sumó a la iniciativa franco-alemana de exigir a Washington explicaciones conjuntas en nombre de la UE. Es positivo también que la Fiscalía General del Estado haya autorizado la apertura de diligencias para averiguar si hay materia penal en el caso y si España es competente para investigarlo. El escepticismo, sin embargo, rodea tanto las medidas políticas como judiciales.

Aunque exista cierta hipocresía en escandalizarse de medidas que todos los países practican, el fondo del asunto es que EEUU ha traspasado los límites y va a ser muy difícil que la opinión pública europea crea ya en las promesas de revisar los programas de espionaje formuladas por Barack Obama y la presidenta de la Comisión de Inteligencia del Senado. El presidente de EEUU afirma que las agencias deben distinguir entre lo que pueden hacer y lo que están legitimadas para hacer. Desde luego, no deberían haberlo estado para pinchar los teléfonos de Angela Merkel y de otros líderes, y lo hicieron. Y en el caso de los aliados, las excusas sobre razones de seguridad caen por su propio peso.

A este respecto, se ha abierto en EEUU un interesante debate. Si Obama lo sabía, es imperdonable, pero si no lo sabía, como afirma la Casa Blanca, quizá sea aún peor, porque se demostraría que el presidente de la primera potencia mundial no hacía bien su trabajo.