Estados Unidos y no solo su Gobierno es rehén de un grupo radical que tiene en un puño a todo un atemorizado Partido Republicano. El Tea Party, aquella facción del conservadurismo más extremista, canta victoria. Al no aprobar la extensión de los presupuestos ha conseguido el cierre de la Administración federal después de que el Gobierno no se doblegase a su chantaje. No es la primera vez que el funcionamiento administrativo de la primera potencia del mundo se detiene por falta de recursos. Bill Clinton o Ronald Reagan ya tuvieron que enfrentarse a algo parecido. Solo que ahora todo se ha radicalizado. Hay un sector del Partido Republicano que no ha aceptado ni va a aceptar nunca que Barack Obama sea su presidente. Ni que entre en vigor una reforma sanitaria que da cobertura a millones de ciudadanos que quedaban desamparados y que fue promovida por el líder demócrata, aprobada por el Congreso y avalada por una sentencia del Tribunal Supremo.

Su obsesión es tan grande que están dispuestos a exponer a su país a los daños económicos que se derivarán del cierre, pero principalmente a la pérdida de prestigio y de capacidad de liderazgo. Washington está bloqueado por un grupo radical, pero quizá la crisis del sistema todavía no ha tocado fondo. Se verá el próximo día 17 si el Congreso no autoriza aumentar el límite de deuda. Entonces no se tratará solo del cierre de la Administración: será la suspensión de pagos de la primera potencia.