Aunque ustedes la leerán el lunes, escribo esta columna un domingo, rodeada de personas que quiero y me quieren, con mis pies sobre la hierba y el sol colándose entre los árboles. Y me enfrento a la pantalla en blanco con la idea de explayarme sobre lo maravillosa que es Extremadura, sus verdes tan desconocidos, las aguas que la recorren, la Historia de sus ciudades, su increíble gastronomía... Podría perderme contando de la amabilidad de sus gentes y dejarme llevar por lo bien que se vive en esta tierra, olvidarme de la actualidad y del mundo convulso que se despliega ahí fuera.

Y entonces me acuerdo de que aquí siguen llegando trenes sin hora concreta, porque un viaje de apenas 300 kilómetros puede alargarse como una ruta del Transiberiano, pero entre dehesas y jaras, a 40 grados y sin nada de romanticismo cuando la máquina te deja tirado en medio de la nada. Y que las dos capitales de provincia se comunican por una carretera estrecha, con un paisaje increíble a través de la sierra, pero con poco arcén, mucha niebla y mala visibilidad, en la que te cruzas con jabalíes y venados asiduamente. Y de aviones mejor no hablamos, porque el aeropuerto de Badajoz sólo tiene conexión con tres destinos, Madrid, Barcelona y Tenerife (sólo en verano), a unos precios que ríete tú del caviar iraní.

¿De qué sirve ser un paraíso si es tan complicado llegar? Si apenas tenemos grandes industrias y nos centramos en ser un destino turístico de calidad, hay que facilitar el acceso a los visitantes nacionales e internacionales y potenciar las relaciones con ese Portugal al que a menudo se ha mirado con un deje de superioridad.

Y sí, se pueden mantener la naturaleza y el medio ambiente y a la vez ser capaces de ofrecer servicios de calidad y la última tecnología. Para que además de venir y dormir una noche en un chozo o participar en la matanza haciendo chorizos, por ahí fuera conozcan que tenemos ciudades Patrimonio de la Humanidad, que conservamos templos y arcos romanos, que tenemos Parques Nacionales, reservas de la biosfera, que somos un excelente lugar para asentarse para vivir y trabajar disfrutando de la vida. Ahora sólo falta que nuestros políticos se rompan la cara por facilitar esas llegadas, pensando un poco más en aquí.

Que a lo mejor ha llegado la hora de reivindicarnos y pedir correspondencia a la lealtad que siempre hemos demostrado, exigiendo, al menos, lo mismo que ya disfrutan otros menos entregados a este proyecto nacional.

*Periodista.