Siguiendo las enseñanzas de Jesús, el papa acaba de pedir a los eclesiásticos que se desprendan de los bienes no ligados al culto. Menudo susto, pensará algunos ingenuos, para muchos obispos. El de Colonia, por ejemplo, tiene más bienes que el mismo Vaticano, lo que podría inducir a un nuevo cisma; y en España, las inmatriculaciones de bienes inmuebles, multiplicadas gracias a las leyes del PP, podrían ver surgir en los eclesiásticos movimientos independentistas respecto a la Santa Sede.

Tranquilos: se trata sólo de bellos sermones que, como en otros temas, el papa cuida mucho de poner por obra. No hay como un bello programa político para mantener su esperanza en que por fin, tras milenios, los dirigentes eclesiásticos no sólo se van a repetir las enseñanzas de Jesús, sino que se las va a poner en práctica.