El mejor Barack Obama , el de los grandes discursos, reapareció ayer en un sitio tan cargado de historia como es la puerta berlinesa de Brandeburgo. El problema de este Obama es que sus ideas tan bellamente expresadas resultan cada vez menos creíbles. El escepticismo no estaba fuera de lugar cuando ayer repitió que iba a cerrar Guantánamo o que va a limitar el uso de los drones. La resurrección del proceso de desarme atómico propuesta por el presidente para, en sus palabras, superar las posiciones nucleares de la guerra fría parecía olvidar su propio discurso de Praga en el 2009. En todo caso, a Putin le faltó tiempo para decir que el actual equilibrio no puede ser alterado. Con un discurso centrado en la paz y la justicia, Obama tuvo también palabras de apoyo para los más perjudicados por la crisis y lanzó mensajes positivos, aunque muchos de ellos sonaban a huecos. Pero el Obama de ayer no fue, ni de lejos, el candidato que encandiló a los berlineses en el 2008. Ni, desde luego, aquel John Kennedy de hace 50 años.