Cataluña irá a elecciones anticipadas, se supone que pronto, pero aún no sabe cuándo. En una llamada declaración institucional, el ‘president’ de la Generalitat, Quim Torra, declaró que anunciará la fecha de las elecciones tras la aprobación de los presupuestos catalanes. En un discurso muy duro, Torra cargó contra ERC, la acusó de deslealtad y evidenció con crudeza lo que resultaba evidente desde hace tiempo: que el actual Gobierno es un ejecutivo desunido, sin confianza mutua, sin estrategia común y con visiones opuestas en temas trascendentales como la forma con la que reaccionar a la judicialización del ‘procés’.

El 18 de marzo está previsto que se aprueben de forma definitiva los presupuestos. Como pronto, pues, las elecciones serían en mayo, aunque Torra no dijo que vaya a convocar de inmediato. Convocar de inmediato las elecciones y dejar a Cataluña sin unos presupuestos más que necesarios hubiera sido una pésima noticia para los ciudadanos. Pero tras dos años de parálisis legislativa a causa de dos socios de Gobierno que se han dedicado a ponerse la zancadilla entre ellos en vez de a gobernar, no es aventurado pensar que en la decisión de aprobar los presupuestos primero y después anunciar la fecha de las elecciones ha tenido influencia el temor a aparecer ante los ciudadanos como los responsables del desaguisado. Porque el discurso de Torra sonó a primer acto de precampaña, centrado en gran media en señalar a ERC como responsables de la ruptura.

En realidad, los dos socios hace tiempo que se encuentran en campaña, en su eterno pulso por la hegemonía del campo independentista. De la larga lista de desencuentros cabe responsabilizar a ambos grupos, que no han sabido gobernar pensando en el bien común en un tiempo tan convulso como el que se abrió en Cataluña tras el otoño del 2017. Eso sí, sobre Torra recae una parte importante de la responsabilidad, por la importancia de su cargo y por su vocación confesa de presidente vicario y de activista antes que de ‘president’ de todos los catalanes.

Que al menos se aprueben unos presupuestos que en parte revierten los recortes es una buena noticia, aunque se produzcan situaciones indeseables, como que el Ejecutivo que los aplicará no será el mismo que los ha diseñado. Ello no quita que ambos socios mantienen a Cataluña en una situación de parálisis política e inestabilidad que también transmiten al resto de España; a nadie se le oculta que con Cataluña en campaña, para Pedro Sánchez será más difícil negociar con ERC los Presupuestos Generales del Estado. Pero aun así cabe felicitarse de que la larga agonía de este Gobierno llegue a su fin y de que los ciudadanos puedan repartir de nuevo las cartas con la esperanza de que una legislatura como esta no vuelva a repetirse.