TAtndamos estos días intentando medir lo que significan diez meses en política. Son los que Mariano Rajoy tiene de espera antes de instalarse en el Palacio de la Moncloa, posibilidad sobre la que no alberga ninguna duda, y son con los que cuenta Alfredo Pérez Rubalcaba para intentar el milagro de recuperar a los electores que han dado la espalda al PSOE y sin los que una eventual victoria para su formación se presume imposible. Diez meses son, según se mire, un soplo o una eternidad, y a ellos se enfrentan los dos personajes poniendo a prueba sus esencias: Rajoy, la de hombre tranquilo, que sabe esperar; Rubalcaba, la de contrastado velocista. A ambos, no obstante, les une una condición que, paradójicamente, aún no ha sido otorgada. Los dos trabajan ya como electos sin haber sido elegidos.

Mariano Rajoy, en su primera rueda de prensa del año, ha mostrado el poder territorial que las urnas concedieron a su partido el 22 de mayo para presentarse como una especie de presidente de Gobierno in pectore dispuesto a utilizar las instituciones en las que su partido gobernará para presionar y marcar la agenda política al ejecutivo de Zapatero . El líder popular, que nunca se atrevió a presentar una moción de censura, parece haberse olvidado de pedir elecciones anticipadas. Ahora lo que reclama es que se reúnan el Consejo de Política Fiscal y Financiera, la Federación de Municipios y Provincias e incluso la Conferencia de Presidentes, instancias todas ellas en las que el PP contará con mayoría cuando se efectúe el traspaso de poderes, para evidenciar la precariedad del gobierno de Zapatero. Habla Rajoy de austeridad y transparencia, pero no explica cómo producirá el milagro a nivel nacional cuando bajo mandato popular la Comunidad Valenciana ha logrado ser la autonomía más endeudada y más oscura de España.

Rubalcaba, por su parte, ha decidido calzarse las zapatillas para patearse España y conseguir que sus compañeros descubran al Alfredo que lleva dentro, según sus propias palabras. Confía el vicepresidente en su capacidad para la remontada y comunicó a los ciudadanos que cree tener la fórmula para conseguir que España salga del atolladero, declaración lógica pero curiosa en quien ostenta la vicepresidencia del Gobierno.

Los dos se enfrentan a un periodo en el que su mayor lucha no será contra el tiempo ni contra su adversario, sino contra sus propias contradicciones. Rubalcaba siempre recuerda que Rajoy sólo ha ganado las elecciones a las que no se ha presentado. Y Rajoy le restriega a Rubalcaba el lastre de su pasado, como si él lo tuviera impoluto. Algo más nos tendrán que decir en los próximos diez meses para que a los ciudadanos no se nos hagan eternos.