Escritor

Ahora, cuando cierra los ojos, está convencido que ha sido víctima de una trama infernal. Contrató al camarero y durante dos meses y 19 días se granjeó la simpatía de la concurrencia, que se componía de viejos bebedores de pitarras, y algún sofisticado cliente, mayormente abogados, que pedían cocochas y cogotes de merluza. Todo iba viento en popa, hasta que el probo camarero le contestó de mala manera:

--Pepe, trae la Larios a la mesa cinco.

--Ven tú a por ella, cabrón.

Esperó a que se marchara la clientela y le puso la cuenta en el mostrador:

--¿Y los quince días...?

--Aquí los tienes. Adiós.

--A los pocos días recibió aviso de conciliación que no llegaron a ningún acuerdo. Semanas después el aviso llegó de Magistratura. Puso el hecho en conocimiento de su abogado, que le dijo que no se preocupara, mientras en la barra del bar pedía unas criadillas de borrego al jerez, y después unas cocochas al pil-pil... Nuestro hombre llamaba a su abogado, que le contestaba que no se preocupara, que todo iba viento en popa.

Hace escasos días tuvo que llegar a un acuerdo con la parte contratante de la segunda parte por valor de 12.200 euros, o sea, dos millones y pico de pesetas y perdonándole un pico. ¿Qué pasó? ¿Se le fueron los plazos al abogado? ¿Hay una relación cainita entre juez y abogado...?

El último sábado todavía sufrió la visita a las once de la noche de la inspección que le dio la ídem, aunque tenía todo en regla. ¿A qué ha podido ser debido todo? ¿Es realidad o sueño cuando los sueños, sueños son, como decía Calderón...?

¿Alguien va a creer que el paro desaparecerá algún día con estas esperanzas? Hoy el empresario paga en cómodos plazos y ha incrementado varios años la hipoteca de su casa hasta el 2050... El camarero, al día siguiente del despido trabajaba en Madrid, y hoy tiene un depósito a plazos de 12.200 euros.