La pugna sucesoria en el PNV sale a la luz con una claridad inusual en la tradicionalmente opaca formación vasca. El aparato territorial del partido, controlado por las nuevas generaciones, no respalda a Joseba Egibar, el delfín predilecto de Xabier Arzalluz, y apoya a Josu Jon Imaz, portavoz del lendakari Ibarretxe. Ante eso, Arzalluz ha pospuesto indefinidamente el esperado anuncio de su retirada, y el partido ha replicado recordándole que su tiempo ya ha pasado. El primer aviso lo dio el lendakari, que le dedicó un homenaje al que Arzalluz respondió con un "de despedida, nada". El segundo vino esta semana: el diario Deia, muy próximo a Ibarretxe, daba ya por segura la jubilación. El tipo de desmentido de Arzalluz fue rotundo: una dura crítica a las maniobras "bajo la mesa" que hay dentro de la formación.

La nueva generación no comparte el personalismo y la oratoria contundente de Arzalluz. Pero es más difícil ver en qué se le diferencian respecto del soberanismo. Falta por ver si, tras el muy probable fracaso del plan del lendakari, el tándem Ibarretxe-Imaz hará una apuesta de realismo constitucional. O si, además de asumir la sucesión de Arzalluz, Imaz también deberá pilotar la de Ibarretxe.