La cumbre que hoy celebran en las Azores George Bush, Tony Blair y José María Aznar va a dedicar poco tiempo a analizar que a lo largo del día de ayer se repitieron, a millares y en todo el mundo, las protestas masivas en la calle contra la guerra. Los tres adalides del ataque a Irak se preocupan ahora de cómo salvar el probable fracaso diplomático de no poder presentar una segunda resolución ante el Consejo de Seguridad de la ONU con visos de obtener, al menos, una mayoría aritmética, ya que la política se la ha vetado Francia, con el beneplácito de Rusia y China.

La división entre los actores de la política internacional, con el importante factor añadido de la opinión pública mundial contraria al belicismo, no parece superable. Bush, una vez demostrado que la diplomacia española sigue fielmente sus consignas, quizá sea receptivo a la necesidad de Blair de aplacar la rebelión declarada en las filas del laborismo británico y permita un breve aplazamiento de lo que ya ha decidido.

Mientras tanto, Sadam entrega un informe sobre sus armas químicas que no calmará el clima bélico. La estrategia del dictador iraquí de jugar al gato y al ratón le servirá de poco, y alimenta la tesis de los contrarios a dar más tiempo a los inspectores.