No hay nada que le guste más a un gobierno que una mayoría absoluta. Pedorreta para la oposición. El proyecto de Presupuestos de Extremadura para 2020 fue aprobado este viernes en la Asamblea con el único voto favorable del PSOE. Más que suficiente: los 34 votos de los socialistas bastan para sacar adelante cualquier iniciativa legislativa al tener que competir con los 20 escaños del PP, los 7 de Ciudadanos y los 4 de Podemos que, por cierto, esta vez se abstuvieron para no dar el cante demasiado. Lo sorprendente del proceso es que solo se aprobaron 23 de las (atención) 1.087 enmiendas presentadas. ¿Eso qué quiere decir? Que de 203 iniciativas de cambio propuestas por Podemos solo recibieron el visto bueno 22, de 162 auspiciadas por Ciudadanos no se aceptó ni una sola y de 722 planteadas por el PP solo se dio luz verde a 1 de ellas que consiguen mover unos 20.000 euros. En resumen, dos días de debate y dos plenos monográficos con sus señorías al completo para aprobar 23 propuestas que logran resituar 5,7 millones de euros o lo que es lo mismo el 0,09% de los 6.006 millones de euros que conforman el presupuesto. Tanto esfuerzo para tan escaso resultado.

Creo en la política y creo en la labor parlamentaria de nuestros representantes, pero entiendo que la situación llega a desesperar a cualquiera. Una mayoría absoluta da a un gobierno una libertad también absoluta, pero silencia y difumina a la oposición, quien realiza una travesía del desierto sin agua ni sombra que le cobije. El PP no toca bola y Ciudadanos, que parece una extensión del primero, menos aún dado el escaso peso específico con que se ha quedado tras las elecciones generales y la marcha de Rivera. Para más inri está Podemos, formación que se encuentra con una situación extraña según la cual está en la oposición al PSOE de Vara, pero formando coalición de gobierno con el PSOE de Sánchez. Un chollazo para los socialistas extremeños que tienen a la derecha sin protagonismo y a la izquierda de cómplice.

QUÉ TIEMPOS aquellos de la pasada legislatura cuando el PSOE no gozaba de mayoría absoluta y Vara y los suyos tenían que sentarse a negociar hasta la extenuación con Podemos. Tanto se estiró el chicle y tanto creció el desencuentro, que en los dos primeros ejercicios los presupuestos se pactaron con el PP dejando a los podemistas castigados y mirando para la pared. Luego ya no: en el ecuador de la legislatura los morados cambiaron el tono y volvieron a la mesa de diálogo llegando a proponerla ellos mismos. Pero a regañadientes de unos y de otros, porque los socialistas los primeros no están acostumbrados a mostrar sonrisas a sus ‘amigos’ de la izquierda ni a reírle sus ‘gracias’ cuando pretenden darles lecciones de política social. Pero baste como ejemplo que en los presupuestos del 2019, sin mayoría absoluta y pactados con Podemos, la formación morada introdujo hasta 106 enmiendas parciales de las 174 presentadas, el PP 43 y Ciudadanos 34. Un resultado muy distinto al de esta vez.

Ahora pareciera que el PSOE se estuviera vengando. Tras cuatro años en la oposición con un PP apoyado por Izquierda Unida y sin darle bola en ningún caso, y otros cuatro años de gobierno en minoría teniendo que ponerle la silla al PP y a Podemos, esta vez toca el ‘me basto solo y el resto que aplauda o patalee’, que para el caso da igual. De ahí que la presentación de las cuentas se haga a la opinión pública antes que a los grupos parlamentarios de la Asamblea; de ahí que no se plantee rebatir con ahínco las enmiendas a la totalidad presentadas por el PP y Ciudadanos; y de ahí también que casi se haga caso omiso a las enmiendas parciales presentadas por uno y otro partido. Un mero trámite que debe cumplirse por ley, pero teniendo claro quién manda.

Poco o nada van a poder hacer los partidos políticos de la oposición de aquí al final de la legislatura salvo protestar y criticar este comportamiento. «Rodillo socialcomunista», decían el viernes desde el PP; «falta de respeto a la política», señalaban desde Ciudadanos. Da igual, el PSOE de Vara ha aprendido después de ocho años que llegar a una mayoría absoluta es muy costoso, casi imposible, y cuando se tiene debe ejercerse como tal, dejando a la oposición de lado. Los experimentos de otra época, cuando con la misma situación se le dio protagonismo a la oposición en pro del diálogo, solo sirvieron para visibilizar a un incipiente Monago que se puso al mismo nivel que el gobierno y, en cuanto tuvo el viento a favor, aprovechó el momento para tumbar al todopoderoso PSOE. Lección aprendida: «al enemigo, ni agua», dicen entre sus filas.