Solo existe una clave para ascender socialmente. Y esa clave es la formación, que determina el futuro del individuo. Desde hace décadas, España arrastra un importante déficit educativo, reflejado en el elevado nivel de fracaso escolar. Es alarmante el abandono de estudios a una edad temprana, así como la falta de vocación hacia un objetivo laboral concreto. Honradamente, hemos de admitir que tenemos más peones y población sin cualificar que técnicos y especialistas. Observo que la demanda de personal especializado no se ha satisfecho y día tras día, pese a cursos de reciclaje y formación ocupacional, cada vez es más difícil encontrar a una persona con experiencia, destreza y desahogo personal en el oficio que ha escogido.

Europa ya no está dividida, pero aquí cada vez hay más gente foránea ejerciendo oficios que en su día eran ocupados por la población autóctona. Detalle curioso, el de los inmigrantes del Este (polacos, rusos, ucranianos, checos, eslovacos, lituanos, letones...) que, con una excelente formación y un gran dominio de las lenguas extranjeras, se están imponiendo laboralmente en más de un campo, desde la metalurgia, la electricidad y la mecánica hasta la enseñanza de otros idiomas, terreno en el que vamos a la cola de Europa. El comunismo tomó forma de dictadura y dejó una población materialmente débil, pero intelectualmente bien resuelta. Una de las causantes de la pobreza laboral española fue otra dictadura, la franquista, promotora del pésimo sistema socioeducativo y nacionalcatólico. Ahora sufrimos las consecuencias. Con este panorama, no me extraña que España haya dejado de recibir fondos estructurales europeos y que los países bálticos sean los nuevos receptores.

Jorge Martín **

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