Ha cambiado el paisaje. Se ha producido el cambio mediático. Sin mucho mayor estruendo que el formado por la publicitación de los descodificadores, que hacen posible el acceso a la TDT, la comunicación audiovisual, con ella la información y el modo de entenderla, ha cambiado mucho más de lo que la pasada por la izquierda, anunciada en su día por el bautista Alfonso Guerra , alteró el panorama sociopolítico español. De hecho, no las reconoce ni la madre que las parió. El bosque mediático ha sido ocupado por especies invasivas. Había síntomas que facilitaban el pronóstico, pero no se alcanzó a advertirlos. Sucedió como con esos amigos o familiares próximos en los que apreciamos un cambio de humor, una expresión abatida y triste y un desánimo continuado e invencible, aunque poco aparente; tan poco que no le damos importancia. Cuando ya es tarde, o cuando al menos lo parece, la enfermedad hace su irrupción avasalladora. En esas y no en otras es en las que estamos.

Desde hace tiempo, se diría que imperceptiblemente, fue cambiando el tono neutro empleado en los telediarios al comunicar acontecimientos y noticias. De un modo que se diría insidioso, se empezó a notar la tendencia de esta o de aquella cadena a situarse a este o a aquel lado de la realidad, en medida mayor de la prudente y necesaria para poder hacerla creíble, y empezó a ser apreciado un cambio sustancial en la coletilla valorativa que continuaba a la presentación de los hechos. De este modo, todos nos fuimos posicionando, eligiendo cadena y telediario, presentador y modo de entender la información. Empezamos a habituarnos a que nos hiciesen la valoración de la realidad, en vez de aventurarnos nosotros a pensarla. Nos fuimos haciendo cómodos, cómodos y manipulables.

XMIENTRAS TANTOx, el otro lado de lo evidente también iba siéndonos presentado de distinto modo. Si la realidad es un espejo roto en el que cada fragmento ofrece una visión parcial del conjunto, según sea la luz que incida en él, la orientación que tenga y el ángulo que forme con la horizontal, empezó a producirse una reunificación de fragmentos que fueron sabiamente y paulatinamente orientados.

Las técnicas de grabación y emisión son universales. Son los que podríamos llamar caracteres secundarios los que permiten identificar ambientes y culturas, modos y maneras de entender la realidad. Nuestra realidad audiovisual empezó a ser identificable gracias a los programas basura, que inundaron el hirviente yacusi mediático en el que nos aventuramos, en una inmersión suicida por cuanto afectó a un sistema de valores que fue puesto en juego, sin que el cuerpo social apenas lo advirtiese. Así, hasta llegar a la actual exasperación, tanta y conocida que resultaría ocioso describirla.

Y en esto llegó la TDT y mandó parar. Embrutecida la conciencia colectiva por los diarios de Patricia , los grandes hermanos de la Encarna Sánchez de la izquierda, el extravío de los corazones, que no se sabe dónde están, y otras programaciones, no se alcanzó a valorar que las que en un principio fueron pequeñas variaciones en los espacios informativos, aquellas pequeñas tomas de posición ideológica al margen mismo de la insidiosa valoración de los hechos, estaban abriendo la puerta a la avalancha que se nos vino encima evidenciando los síntomas que permanecían ocultos. La irrupción de la TDT y a través de ella de toda cuanta emisora confesional, canal aleccionador y doctrinario que ni sospechábamos que pudiesen existir, han variado el concepto de información y alterado el paisaje mediático de modo y manera en que no es predecible el destino que nos espera. Todos los fantasmas han resucitado.

El lenguaje más soez, los modos más chulescos y pendencieros de conducirse a la hora de expresar, mucho más que una opinión, una convicción o una creencia, una fe política o un credo religioso; la posibilidad de convertir en pauta de comportamiento la dictada por la concepción ideológica transformándola en una cuestión de estilo más que en un ejercicio de la razón han regresado al panorama sociopolítico a través de la incorporación de las nuevas cadenas, con el claro objetivo de recoger lo sembrado por la televisión basura y los informativos inductores de valoraciones sesgadas por los intereses de lo que genéricamente se denominó "el sistema".

Ha regresado la caspa, con ella el lenguaje tabernario, trayendo consigo las soluciones que desde siempre lo acompañan. La audiencia, asqueada de tanto famoseo y cambio de valores, está siendo llevada de calle por los apóstoles de las pantallas de plasma. Se hace necesaria la irrupción de un nuevo lenguaje, acompañada de otra manera de hacer, que no será necesario inventar, pues será suficiente con mirar afuera y observar cómo se programa de otro modo, si se quiere paliar, no eliminar. Pues, entre otras razones, es de temer que ya no sea posible el adoctrinamiento de una sociedad sumergida en una crisis, que lo es no solo del capitalismo financiero, sino del sistema de valores en el que no se ha sabido, querido o podido sostener.