Me ha dado por sospechar que los políticos españoles, pese a hacerse los ofendidos con la estupenda historia de espías en que llevamos inmersos desde hace tiempo, llena de escándalos, filtraciones, arrepentidos y líos diplomáticos, en el fondo se han sentido aliviados y hasta satisfechos de que nuestro modesto país se encuentre entre los cotilleados. Si no podemos estar con pleno derecho entre el G20, el G8 y todos esos organismos de privilegiados que cortan el bacalao, al menos mola estar entre los espiados. Eso otorga un cierto estatus. Contamos algo en este mundo intrigante. Hubiera sido un tremendo desprecio, la constatación de nuestra pequeñez incuestionable que no existiera al menos un archivo para el tema español. Que es profundo y de intríngulis. Si Obama necesitaba desesperadamente saber quién era Angela, con lo que eso ilustra acerca del peso de Alemania en el mundo, resulta consolador que el amo del universo se haya interesado también por nuestros teléfonos, aunque no conste o haya trascendido que suspirara por conocer quién era exactamente ese hombre. Rajoy, Zapatero o quién usted prefiera.

Obviamente nuestros políticos tienen que hacer el paripé de que están enfadados, pero se les nota mucho que fingen. Margallo ni siquiera convoca él personalmente al embajador. Este, sonriente y pimpante, saca una notita de que hay que proteger a la vez privacidad y seguridad. El ministro habla solo de una posible pérdida de confianza, como en riña de enamorados. Los espías descubiertos acusan entonces de tontos a los periodistas que han destapado todo el escándalo. No entendían nada de lo que tenían delante. Panda de merluzos. Y añaden que todos espiaban a todos en comandita. Americanos, franceses, españoles- pinchaban teléfonos como quien pincha globos. La izquierda, que con otro presidente USA menos sideralmente progresista tendría las calles petadas de griterío indignado, pide explicaciones en sordina. Y hasta González, herido tal vez porque a él no le espiaron nunca, crea una fundación. Para espiarse a sí mismo.