Profesor

Hay que ver la que pueden liar los americanos por una estrella de oro en un pecho femenino. Poco les ha faltado para quemar públicamente a la Jackson. A su acompañante no, que es blanco y dice que le falló el velcro. Claro, que, siguiendo los esquemas del personal trasatlántico, nada tendría de extraño que se enfrentara ahora a una reclamación en toda regla por parte de la casa fabricante del tejido pegajoso. Por bocazas: ¡un velcro no falla nunca! Y así hasta que se agote el filón.

Los que sí deberían reclamar a la ultrajada cadena de televisión son los ganadores de la super bowl que, entre tanto desmadre folklórico-puritano, han quedado sumidos en el más absoluto de los olvidos. Teniendo en cuenta que esta gente asimila categorías con ganancias, deben haber perdido una buena morterada de minutos en televisión, o sea, en publicidad, es decir, en pasta gansa. Vamos, que la gente ni se acuerda de que aquel día habían jugado un partido.

Tampoco tiene el don de la oportunidad la propietaria de la estrella de oro y, por ende, del pecho exhibido. Como decía la señora Anselma el otro día en el súper, ¡a quién se le ocurre hacer estristis teniendo un hermano pendiente de juicio por pediatría ! En un juego tan descafeinado como eso que ellos llaman fútbol (supongo que para hacerle la puñeta a los ingleses) forrados de pies a cabeza, con protecciones en cada parte, no necesariamente pudenda, de su cuerpo y unas hombreras descomunales para hacerlos parecer más cachas, resoplando como toros a la menor carrerita y retirados a descansar al más mínimo encontronazo, lo de Janet Jackson, que en Europa no habría sido ni para contarlo (como mucho, en España se le habría pedido la otra, la otra... ), en Estados Unidos, ha conseguido rasgar las vestiduras... de la hipocresía. Sinceramente, me gusta más el rugby europeo, a cuerpo limpio, sin mamarrachadas de sociedades protectoras de... jugadores. En todo caso, lo que más me ha alarmado ha sido la decisión de retransmitir los actos públicos con tres minutos de retraso. Eso sí que es un insulto a la libertad de expresión y un proteccionismo tan estúpido como cobarde de la sociedad americana. Algo que, por cierto, no tiene nada de original: Desde que, a finales de los 60, un vasco se quemó a lo bonzo delante de Franco durante la retransmisión de un partido de pelota en el frontón de Anoeta, todo evento emitido en directo salía a antena con un desfase de unos minutos. Me lo advirtió un realizador de TVE cuando fui a cantar a Prado del Rey, por si se me ocurría decir, durante la entrevista, algo inconveniente. Desde entonces, será obsesión personal, pero nunca me ha coincidido mi reloj con el de los locutores, excepto en algunos telediarios y en las campanadas de Nochevieja. De hecho, en la retransmisión del partido Real Madrid-Málaga, el locutor cantaba el gol antes de que el balón saliera del pie de los jugadores. ¿Habrán vuelto a las andadas?