WEwn los últimos días, dirigentes de Batasuna sostenían que la expectativa de una tregua de ETA debería comportar ya una tregua del Estado: parón a las detenciones de terroristas y a actuaciones judiciales como la del procesamiento de Arnaldo Otegi. Pero eso sería un error político y una estrategia operativa suicida. Ayer, quizá por el particular daño que le han hecho las últimas detenciones, ETA apretó con un mensaje en forma de bomba sin muertos en Madrid. Esto, que roza la locura en las actuales circunstancias, desautoriza bastante a Otegi y es una razón añadida para que la policía y los tribunales continúen actuando a fondo contra la banda.

Mientras ETA no anuncie el final de la violencia hay que combatirla sin tregua. Pero, pese al bombazo, mientras no haya muertos la disponibilidad del Gobierno a negociar en cuanto ETA deje de agredir, debe seguir abierta. Cualquier proceso de diálogo necesita valentía política y no rendirse a las primeras de cambio. Podemos pensar que ETA desea llegar a una negociación sin exhibir la sensación de debilidad que le acompaña desde hace meses, y eso tal vez explique lo de ayer. Pero es peligroso jugar con bombas, aunque la intención no sea, como parece, matar.