Estos días no es recomendable leer los análisis económicos de los diarios mundiales de referencia. Porque, al menos en lo que se refiere a Europa, que es lo nuestro, pintan un panorama que deja desolado a cualquiera. El pesimismo tiñe casi sin excepción los artículos de los especialistas más reconocidos y más de uno de ellos no solo ve inevitable una nueva crisis financiera sino incluso que la unión monetaria europea se precipite al abismo.

Cabía esperar que los dirigentes políticos de nuestro continente hicieran algo para reducir el desánimo que provocan esas opiniones y los datos que las sustentan. Entre otras cosas, porque su efecto se traslada, aumentado, a los mercados. Pero desde hace ya demasiado tiempo defraudan esas expectativas. Y el fracaso rotundo de la reunión del martes pasado en Bruselas, convocada para evitar in extremis la suspensión de pagos de Grecia, indica que la probabilidad de un desacuerdo, incluso entre los países más poderosos de la Unión, véase Francia y Alemania, es bastante más alta que la de un acuerdo. Y también que es muy posible que los líderes de unos y otros ya estén pensando más en cómo paliar los efectos que el desastre tendrá en su casa que en entenderse con los demás.

No tiene sentido buscar culpables. Porque la culpa es del sistema, o mejor, de sus insuficiencias. Los políticos europeos fraguaron la unión monetaria. Pero, por falta de miras, de talento o de talla, no avanzaron en la unión económica y fiscal. Y ahora, con la crisis, se comprueba que ese olvido fue fatídico. No solo porque ha privado a la UE de los instrumentos que necesitaría para hacerle frente, sino porque ha colocado al euro y a su lógica frente al interés y a los sentimientos de sus ciudadanos. Aunque sean cosas distintas, la negativa de los contribuyentes alemanes a financiar las pérdidas de la Europa mediterránea está en la misma longitud de onda que la protesta que ha estallado en las plazas españolas. Y sin apoyo o, cuando menos, aquiescencia popular, la unión monetaria no tiene futuro. Porque lo prioritario para cualquier líder es la política nacional.