Hace unos 20 años hubo una interesante exposición artística, en el edificio de los Garajes Pla en Badajoz, con un gran interrogante en la puerta donde se invitaba a pensar en formas de reeducación social diferentes a la cárcel. Ni que decir tiene que hubo algún degenerado que contestó a la pregunta con una pintada de lo más tabernaria y troglodita, pero a muchos nos sirvió para reflexionar y no dar siempre como axioma aquello que pudiera no serlo.

Me he acordado de esta historia al hilo del comentario de un buen amigo y profesor, que afirmaba corregir los trabajos acompañado de canto gregoriano. De repente me vinieron a la cabeza unas asociaciones de ideas e imágenes en las que se entremezclaban frailes, universidad, exámenes, y hasta Fray Luis de León con su famosa frase del "como decíamos ayer".

Precisamente mañana, cuando muchos estudiantes extremeños comenzarán los exámenes más determinantes de sus vidas, sería un buen momento para escribir en las puertas de los centros educativos una pregunta del mismo tipo: ¿Te has planteado alguna vez utilizar formas de evaluar diferentes de los exámenes? ¿Has pensado que puede valorarse cuánto y cómo se ha aprendido una determinada materia sin tener que someter a nadie a la puesta en escena de juicio sumarísimo?

Pues parece ser que no, que todavía hay mucha gente a la que no se le pasa por la cabeza nada alternativo sino todo lo contrario, como poner pruebas de reválida a los niños de 11 años. Si nada en nuestras aulas es como hace 500 años, debería preocuparnos por qué seguimos empeñados en evaluar a la antigua usanza y en no explorar otras posibilidades sin rotulador rojo.