Extremadura huele a limpio. Y por la mañana, si hace claro, el cielo es azul y luminoso; y por la noche ves las estrellas. Y respiras aire. Madrid huele a sucio (y lo digo con todo el dolor de mi alma porque es mi tierra y me encanta); y si por la mañana te asomas a la ventana, y no está nublado, ves bien las nubes grises de polución que todo cubren; y por la noche sigues viendo esas nubes fundirse con un cielo que no cría estrellas. Y respiras gases.

Y en Barcelona falla el servicio de Cercanías y la estación del AVE va a arrasar el centro. Y en Valencia se han cargado la huerta, la desembocadura del Júcar y casi nada le queda al parque de la Albufera; en Almería poco les falta para llenar el litoral de casas flotantes (el espacio en la costa es más bien escaso); y en los Monegros quieren crear las Vegas de Europa.

Y, sí, en Extremadura haría falta más servicio de trenes de Cercanías y una buena autovía que uniera las dos capitales de provincia, pero, de momento, no ha habido ningún tarado al que le haya dado por poner un macroproyecto de casinos en plena dehesa pacense ni un parque temático o una HispanoDisney en Monfragüe o en Cornalvo. Y eso es lo que salva a esta tierra y lo que hace que nos guste, que es casi toda ella como un precioso gran parque natural; y eso es lo que hace, también, que además del Cáceres monumental, del Teatro Clásico Emeritense y del Badajoz parada y fonda camino de Portugal, del buen jamón y de tantas otras cosas, a mucha gente de otras regiones le encante perderse en cualquier rincón de esta autonomía.

Y sí, todavía hay grandes extensiones de tierra que pertenecen a unas pocas manos; y, sí, muchos extremeños han tenido que buscarse las castañas fuera y uno de los retos es solucionar el asunto del paro. Pero también es verdad, y cada vez más, que la juventud de otras regiones no ha tenido más remedio que coger el petate y buscar casa y trabajo fuera de su terruño. Para ejemplo, varias amigas de quien firma este artículo; una vallisoletana y un conquense en Madrid, una valenciana en Barcelona, una madrileña en Melilla, un asturiano en Murcia, y podría seguir.

Es conveniente recordar todo esto ante movidas como la de la Enciclopedia Rueda, que según parece describe Extremadura como era en el tiempo de mis abuelos (mi abuelito iba en burro, efectivamente, mas eso era en la primera mitad del siglo pasado; yo en Cáceres voy en autobús y caminando, y mi chico en coche, fíjense qué atraso, que por lo visto en el resto del Estado van en naves espaciales).

PD. Eso sí, quizás creamos que con AVES y con el llamado Marina d´Or extremeño nos modernizamos. Y seguramente es todo lo contrario.

*Periodista