XLxa emigración marca el anverso y el reverso en la historia contemporánea de las regiones españolas. Los emigrantes de las regiones pobres, especialmente durante las dos últimas décadas de la dictadura franquista, junto con los privilegios de políticas económicas autoritarias, favorecieron el desarrollo de empresas localizadas en Barcelona, Bilbao y Madrid, por referirnos a los buques insignia de las zonas más prósperas, para un despegue económico como no han conocido después, en términos relativos, a excepción quizás de Madrid, donde la emigración sigue siendo bien recibida. Lo contrario ocurre en el País Vasco y Cataluña. Allí se olvida o se tergiversa el pasado y los emigrantes aparecen como una lacra que amenaza la pureza de esas naciones , los que proceden de otros lugares de España tanto o más que los extranjeros.

Para muchos españoles (palabra cada vez más incomoda), habitantes de regiones que no son nacionalidades, resulta desolador que las propuestas de reforma de los estatutos vasco y catalán pretendan dejarlos sin nación, en estado de resto del Estado plurinacional . Esta manipulación es perfectamente imposible, si se conoce con rigor la historia, y la historia no se puede cambiar, aunque si puede ser objeto de falsificaciones que se propaguen con enorme éxito. La desolación, no obstante, es menor si la comparamos con lo que sienten otros españoles a los que el destino de la emigración llevó a esos territorios.

Con las grandes cuotas de gobierno ya alcanzadas y que podrían ampliarse hasta lo confederal, los gobiernos autonómicos nacionalistas vascos y catalanes, que se han ido distanciando de la Constitución de 1978 y del equilibrio de poderes que instaura, imponiendo su voluntad por encima del cumplimiento de la legalidad, cuando lo estiman oportuno, pueden caer en la tentación de discriminar y llegar a eliminar políticamente a diferentes minorías opositoras o desafectas, para que emerja la nación esencialista y sacralizada que todo lo justifica. Con un nacionalismo rampante, las minorías que se ven amenazadas o perjudicadas van perdiendo las opciones políticas y jurídicas de protegerse. Además de compartir ciudadanía, en estas minorías encontramos muchas personas de origen extremeño, con abuelos, nietos, padres, hermanos, tíos, primos y sobrinos viviendo en Extremadura, por referirnos al parentesco en primer grado, y dejando claro que sobra cualquier apelación tribal.

¿Qué ha fallado? Básicamente, ha fallado el ejercicio del poder democrático. Sin la menor duda, la democracia es la única forma aceptable de gobierno, afirma el premio Nobel de economía Amartya Sen , que nos advierte para que no se confunda con el gobierno de la mayoría: "La democracia plantea exigencias complejas, que comprenden, por supuesto, el derecho de voto y el resultado de las elecciones, pero que requieren también la protección de los derechos y la libertad, el respeto de la legalidad, así como la garantía de libre discusión y circulación no censurada de la información".

Mayorías del 51% o del 90% no son per se democracia ni legitiman cualquier acuerdo político. Sin embargo, parece que con simples mayorías de diputados del Parlamento catalán se pretende fundamentar una negociación donde todo parece intercambiable. Lo que no se obtenga de nación o de financiación autonómica se compensa con lo que se recibe de deberes de normalización lingüística.

Asunto delicado el de la lengua oficial y la lengua materna. La legítima defensa de la lengua catalana, en este caso, puede volverse arma arrojadiza contra las minorías de lengua española (o castellana, para quienes se den por ofendidos) y barrera de entrada o filtro de salida para los que no pasen los exámenes finales y las pruebas de selectividad de la normalización lingüística, por decirlo con eufemismos, tan cómodos para las mayorías nacionalistas.

*Economista