El Festival de Teatro de Mérida atraviesa el ecuador de su 50 edición con un balance altamente positivo desde los puntos de vista cualitativo y cuantitativo. Los espectadores están acudiendo en masa a disfrutar de las representaciones nocturnas y ello significa, sin lugar a dudas, que el certamen ha conseguido conectar con una mayoría de la sociedad extremeña y no sólo con una élite cultural.

Desde el punto de vista de la calidad de las obras representadas en la cita histórica que se celebra este año, la necesaria subjetividad del público y de los críticos está dictando sentencia. Sí hay unanimidad en que las representaciones de Héctor Alterio y Darío Fo pasarán a los anales no sólo del festival emeritense sino de la escena nacional.

Sobre el montaje Proserpina , del afamado Robert Wilson --considerado uno de los mejores directores teatrales del mundo--, y la seductora Emma Suárez , todo quedó encima de la mesa el día de su estreno: algunos pitos más que palmas. Pero por encima de gustos, lo verdaderamente relevante de esta 50 edición es que se ha sabido reunir un puñado de nombres y obras de primer orden internacional, que alientan la ilusión de pensar que nuestro festival será cada año más grande.