Acudí por primera vez al Festival de Mérida cuando tenía 21 años. Hasta entonces no me parecía que ofrecieran obras cercanas a mis gustos ni a mi edad. Pero en el año 2001 llegaron Las parcas y la noticia de su éxito nos alcanzó a mí y a mis amigos. Decidimos todos ir a verla y nos gustó tanto que acudimos tres veces. Desde entonces soy un espectador asiduo. Recuerdo El sueño del minotauro en 2002, aquella polémica Lisístrata al año siguiente, junto al estupendo ciclo de Estrellas bajo las estrellas , o el magnífico Yo, Claudio del año pasado, sin olvidar el estupendo montaje que hizo el grupo Karlik sobre Prometeo . La verdad es que el festival ha logrado que me aficione a la escena y que espere cada año la programación para decidir a qué espectáculo voy a acudir.

Ahora, en el 2005, lo cierto es que el comienzo del festival no me ha dado más que satisfacciones: La Fura dels Baus y Goran Bregovic. He estado en los dos y, tanto mis amigos como yo, hemos disfrutado muchísimo. Lo de Bregovic días atrás fue espectacular. Más de 2.500 personas que vibrábamos con su música en ese espacio tan mágico, tan apropiado para un concierto como ése. El Festival de Mérida está consiguiendo algo nada fácil de lograr: que interese a la juventud y que ésta sienta que se cuenta con ella a la hora de decidir los espectáculos de cada año. ALBERTO GAMERO MAYA. Mérida