Diputado del PSOE al Congreso por Badajoz

Para los occidentales que gobernamos el mundo, aunque a veces parece más bien que lo desgobernamos, se nos va el año 2002 y nos nace el 2003. Bien mirado, la cuestión carece de importancia, es tan sólo un pretexto formal para desearnos unos a otros felicidad y prosperidad, deseos muchas veces tan sólo corteses, huérfanos de fraternos deseos profundos. Y entre la sonrisa y el escepticismo, uno recuerda aquello de Calderón, de que sueña el Rey que era rey y que todos sueñan lo que son. Y en términos calderonianos soñar y ser vienen a ser la misma cosa y aunque Calderón no esté exento de razón, la verdad es que ésta no es la mejor de las recetas para caminar por el siglo XXI y lo mismo gran parte de nuestros males domésticos se deben a que para nosotros soñar y ser vienen a ser la misma cosa.

Para los metafísicos, el tiempo es una concreción temporal de la eternidad, en donde el antes y el después no existen. Es algo así como el recreo que dan los dioses a los hombres para escribir la historia, y cuando uno percibe esta cuestión le dan ganas de irse al rincón del patio, y no jugar, pero... al final se vence la tentación y se vuelve al juego, porque no hay más tiempo que nuestro tiempo, ni más recreo que nuestro recreo, ni otro patio que nuestro patio ¡Qué duro es esto de ser agnóstico!

A pesar de nuestros incuestionables avances tecnológicos y científicos, los hombres como tales mejoramos con una desesperante lentitud, y ese noventa y cinco por ciento largo que tenemos de simio se nos impone una y otra vez, recluyéndonos en una animalidad penosa, y bien mirado, muchas de nuestras contiendas están mas cerca del macho dominante de la horda de monos, que de una civilización de hombres para hombres, liberados de su animalidad primigenia.

Este año acaba como empezó, mal, con tendencia a peor. Mal por el presidente Bush, césar de un omnipotente imperio, que no sólo quiere mandar, sino avasallar. Mal por el terrorismo, hijo siempre de los fundamentalismos, ya sean religiosos, nacionalistas o políticos, que degradan al adversario al nivel de cosa despreciable a eliminar. Mal por aquéllos que, con desprecio a cualquier derecho y olvidando su propia historia, niegan al pueblo palestino su propia existencia. Mal por los que anteponiendo sus muy particulares intereses económicos, ponen éstos por encima de la seguridad y bienestar de millones de personas. Mal porque una tercera parte de la humanidad pasa hambre e incluso muere de ella. Mal por los que hacen de la paz y de la guerra un juego en función de sus propios intereses. Mal por los que desprecian los sutiles equilibrios de la naturaleza y la esquilman y la destruyen, movidos por una estúpida avaricia. Mal por los que torpemente manipulan los medios de comunicación, prostituyendo maravillosos avances tecnológicos para convertirlos en instrumentos de degradación. Mal porque estamos gestando un mundo egoísta de ganadores y perdedores, indiferente con el compañero, el amigo y el vecino.

Falta amor, mucho amor, aquél del que hablaba un compañero mío, hijo de un carpintero, que nació en Belén de Judá y crucificaron en Jerusalén, justo por estas fechas celebramos el aniversario de su nacimiento y nos felicitamos unos a otros. Sean felices queriendo a los demás y tendrán la paz y la ventura que les deseo para el 2003.