Abogada

Una persona que ha necesitado de la acción de la justicia, se libera de esa demanda cuando ésta actúa. Esto parece haberle sucedido a una mujer --Manuela Orantos-- viuda del guardia civil Avelino Palma Brioa, cuando vio sentados en el banquillo a Ignacio Aracama Mendía, alias Makario , y a Ismael Arrieta, imputados en el asesinato de su marido. Han pasado veintitrés años del asesinato y esta mujer ha ido acumulando pruebas e interpelando a todas aquellas instancias e instituciones que creía debían ser movilizadas para que esa muerte no quedara al socaire de un hecho desafortunado, inoportuno, y de política terrorista.

No sé si una persona puede esperar veintitrés años para que la muerte de un marido y un padre sea ajusticiada. Quizá solamente puedan esperar gentes como Manuela Orantos, una luchadora con una fuerza tal, que se antepone a todos y a todo aquello que pretenden olvidar --haciendo uso de la amnesia colectiva--, la que utiliza una sociedad rota por la cruel violencia terrorista.

¿Qué se le puede pedir a gente como ella?: paciencia, tolerancia, prudencia, olvido, venganza. Una no puede dejar de sorprenderse ante la capacidad de lucha de esta mujer que, al comienzo de una vida en común, con dos hijos pequeños, sea capaz de tirar hacia delante, y además sepa reivindicar su papel no ya de víctima, sino de persona que solicita justicia, que demanda justicia; más allá de alharacas seudo-solidarias que han estado más cerca de la inacción de una sociedad, que de militancia contra la violencia en cualquiera de sus manifestaciones, ni siquiera por presuntas ideas políticas.