Presiente del Ateneode Badajoz

ASina Hernández in memoriam (Vía Angel Herreros). Vivir proporciona entidad y dimensión de acontecimiento, que incluye el episodio de la muerte como capítulo postrero o irrenunciable. Así el rosal crece solitario entre la fronda del jardín, destinado a ofrecer algunos instantes de lozanía y belleza, para concluir su razón de ser en aras de no se sabe qué hipotética fructificación, cuyo germen lleva implícita la renovación del ciclo. Y así sucesivamente. Ahora bien, en el paisaje de vivir, ¿es acaso más importante o significativo tener vocación de semilla que simplemente constituir un instante de hermosura? Si se acude al diccionario de los símbolos, tal vez la semilla posea un ámbito semántico y una semiología más denotativa y rotunda, ya que asoman atributos de un indubitable carácter utilitarista y un evidente sentido práctico. En cambio la hermosura a secas es un don más connotativo y arbitrario, que apenas sirve para proporcionar un mínimo nutrimento de placer de regocijo temporal de la mirada. Más la mirada, sobre todo en lentitud, no es sólo un haz de luz que nuestros ojos dirigen hacia fuera y hacia dentro con intención de ver o comprender, sino que también es un universo.

Es a ese universo de armonía insaturada al que es preciso remitir el profundo significado de la flor cortada en el destiempo, sutil semilla también aunque sin embrión ni cotiledones, cuyo destino rebasa lo simplemente anecdótico decorativo, dada su similitud con aquel ángel "fieramente humano" tan certeramente definido por la exquisita sensibilidad del poeta; flor, por tanto, que nació y creció no para ser únicamente belleza perfumada en el horizonte grisáceo de nuestra cotidianidad miope y anodina, sino para entregarnos a manos llenas la elegancia de su humanidad, pulcritud e inocencia. Así leído e interpretado, el lenguaje de la caducidad resulta menos cruel o malévolo, pues yuxtapone su efímera condición a la condición efímera de la propia inmanencia, y anima a comprender que, además del temblor de la vida, en el paisaje de una flor cortada también reside (J. Ortega dixit ), "la posible ternura que hay entre el cielo y la tierra". Y no es que tal revelación consiga hacernos más felices, pero acaso nos ayude a ser más cautos o precavidos ante la ampulosidad metafísica de palabras y conceptos como vida, dolor, muerte...