Nunca terminaré de saber para qué sirve la cárcel si el reo en cuestión no es un peligro social. Respetando siempre el Estado de Derecho y las leyes que nos hemos dado, la entrada en prisión de los hosteleros cacereños condenados por el ruido en La Madrila pasará a la historia de nuestro país por ser el castigo más desproporcionado que se recuerda, quizá con visos de convertirse con el tiempo más en una sentencia ejemplarizante que en otra cosa. Sin entrar en el fondo de la cuestión pero sí en sus consecuencias, todos habrán perdido en esa guerra entre empresarios y vecinos con el ayuntamiento y sus políticos de por medio.

Dará igual que empresarios que crean puestos de trabajo en una ciudad que va para atrás en lo que al comercio se refiere malgasten meses de su vida entre rejas. Nadie se acordará de ellos cuando pisen la celda en la que nunca creyeron estar, pero lo más lamentable será constatar el fracaso del castigo. Cometieron errores y ganaron dinero vendiendo copas hasta muy tarde. Han pagado indemnizaciones a los vecinos perjudicados, pero irán al talego. Podían merecer una multa millonaria. No la cárcel.

Cuando este caso sea historia, a Cáceres se la recordará por ser la ciudad donde nació el botellón. Ahora ya nadie se acuerda de las toneladas de basura que generaba aquella reunión consentida de miles de jóvenes haciendo ruido en la plaza Mayor. Tampoco nadie recuerda el ruido que generaba. Nunca pasó nada. La obcecación de unos y otros por no llegar a un acuerdo que solucionase un problema real de ruidos en La Madrila ha traído estas consecuencias. Ya es tarde para frenar uno de los grandes fracasos de esta ciudad en la época reciente. Alguien debería mirárselo ahora que van a pagar con la cárcel lo que no debería haber pasado de la escala administrativa y no penal. Un gran desastre para Cáceres, que no merece ser noticia, una vez más, por su bendita movida..

* Periodista