Las relaciones entre España y Francia, con frecuencia atravesadas por viejos prejuicios y problemas objetivos muy actuales, pasan por uno de los mejores momentos de la historia reciente. Así ha quedado de manifiesto en la visita oficial a Madrid del presidente de la República francesa, Nicolas Sarkozy, quien ha exhibido una total sintonía con el jefe del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, en todos los temas abordados en esta cita.

La encendida ovación que Sarkozy recibió ayer en el Congreso de los Diputados refleja la satisfacción de los grupos políticos españoles ante la actitud del presidente francés respecto de España, especialmente en el campo de la lucha antiterrorista. La Cámara quiso así reconocer el innegable esfuerzo que los cuerpos de seguridad franceses están realizando, junto a los españoles, en el combate contra ETA, una batalla que ha registrado en los últimos años éxitos sin duda espectaculares.

Hubo, además, en las palabras de Sarkozy cierto tono de arrepentimiento histórico por el papel que el país vecino jugó en otras épocas en el conflicto etarra. "Francia perdería su honor si fuese un santuario", dijo el presidente, consciente de que en España se acuñó, con razón y en tiempos no tan lejanos, el término "santuario francés" para definir la comodidad con la que se movían los comandos terroristas al otro lado de los Pirineos.

La cumbre hispano-francesa ha servido de momento para ampliar los mecanismos de cooperación contra ETA en la persecución del terrorismo islamista y del narcotráfico y para que Sarkozy y Zapatero dibujen su política común para Europa. Allí se dibuja el proyecto de una suerte de gobierno económico europeo, fundamental para abordar la crisis que padece la economía mundial. España, que presidirá el próximo año la UE, puede dar un gran impulso a ese objetivo fundamental.

Falta por ver si la letra pequeña de la cumbre, en relación, sobre todo, con proyectos de comunicación transfronteriza, supone un impulso para los responsables de infraestructuras de uno y otro lado de la cordillera. España y Francia tienen aún pendiente la conexión por trenes de alta velocidad, así como otros ejes de comunicaciones. Más allá de los abrazos, los discursos y las fotografías, la excelente armonía entre los líderes de ambos países ofrece una excelente oportunidad para desatascar también algunos proyectos concretos.