Seguramente, los hombres desde que pisamos la Tierra hemos sido capaces de influir en ella, y no hay nada anormal ni pernicioso en ello, ni tampoco somos la única especie que lo hace. El problema surge cuando nuestra capacidad nos permite romper toda clase de equilibrios naturales, equilibrios que con profundidad muchas veces desconocemos.

La acción antropogénica del hombre ha cambiado hábitat y paisajes, y aunque seguramente era una exageración aquello de que en nuestra Península una ardilla podía ir de La Coruña a Gibraltar sin pisar el suelo, no cabe duda que la masa forestal era mucho mayor, con unas condiciones climáticas básicamente similares. Y ha sido la acción del hombre la causa principal del retroceso de nuestros bosques.

Unas veces por ganar tierras para la agricultura o el pastoreo, y otras fruto de las guerras, el hecho es que nuestra masa forestal estaba, hasta hace unas décadas, en uno de los puntos mas bajos de su historia. Y desgraciadamente, nuestras condiciones de suelo y clima no son nada propicias a la regeneración de lo perdido. Hay que echar mucho tesón, esfuerzo y dinero para reponer los destrozos causados por los incendios forestales.

Y la paradoja, es que aquello de que los bosques son los pulmones de la Tierra, expresión manida y bucólica de un hecho cierto, se transforma con rapidez en una realidad económica más dura y apremiante.

Por el aire puro se paga, se paga mucho, y esto no es ninguna metáfora sino la literalidad de un hecho. El cambio climático tiene como causa principal el exceso de anhídrido carbónico (CO2) en la atmósfera. La situación se ha hecho tan alarmante que la Organización de las Naciones Unidas patrocinó recientemente una conferencia internacional en Kioto, en donde se firmaron unos acuerdos, por la mayoría de los Estados o Supraestados, por cierto que EEUU no firmó, pero la Unión Europea sí.

Y una parte sustancial de este acuerdo es valorar en términos económicos, tanto el CO2 que se emite como el que se absorbe, y que este derecho a producir CO2 o absorber CO2 se pudiese comprar o vender.

Los bosques son capaces de absorber grandes cantidades de anhídrido carbónico. El derecho a absorberlo o producirlo por encima de un cierto nivel, está a 20 dólares la tonelada.

Es cierto que hay muchas causas naturales que pueden provocar incendios, y que hasta no hace mucho las armas que se tenían para combatirlos eran relativamente modestas, no es este el caso en nuestros días; y aun admitiendo que a pesar de los avances tecnológicos, persisten graves dificultades para combatir los incendios forestales, no deja de ser frustrante la eficacia de los medios dispuestos para combatirlos.

Y esto vale igual para Andalucía en España, que para Nueva Gales del Sur en Australia.

Por otro lado, demostrada la intencionalidad de muchos incendios, resulta obligado ir muy al fondo de la cuestión, que es poco deseable despachar sobre la base de las primeras apariencias.

Aunque el azar pueda corroborar la mala fortuna de un barbecho que se quema o unos deshechos vegetales que se prenden, como causa de un gran incendio, lo normal es que haya otras causas más complejas, intereses a veces más lejanos. Estamos ante un problema complejo que no admite respuestas simples, y siempre hablaremos de respuestas, porque dentro de un marco general de causas existen otras peculiares de las características de cada territorio. Avanzar en el conocimiento profundo de las causas de los incendios forestales es tanto o más importante que disponer de los medios adecuados para combatirlos. En todo caso, las legislaciones cautelares deben ser severas y contemplar aspectos que se salen del mero ámbito de lo agrario.

*Ingeniero