WLwos clubs de fútbol, sobre todo los de primera categoría, tienen una deuda de 1.200 millones de euros (200.000 millones de pesetas). La cifra refleja el fracaso de las fórmulas que se idearon hace más de una década para paliar la mala gestión de los directivos. Hoy se ve que la transformación en sociedades anónimas no ha servido para frenar la sangría: nunca podrán enjugar la deuda acumulada con los ingresos por la venta de derechos de televisión, el patrocinio y la taquilla. Y el plan de saneamiento que prepara la patronal es un parche en un balón que pierde aire por todas partes. En la región, el espectáculo sonrojante lo están capitalizando ahora el Extremadura y, sobre todo, el Badajoz, que están al borde de la desaparición como ya ocurrió con el Mérida y el Cáceres de baloncesto. La crisis del deporte de élite extremeño no parece tocar techo.

El problema es el despilfarro, la falta de control con los gastos respecto a los ingresos que se pueden obtener. Y es preocupante que los clubs quieran trasladar la presión a los ayuntamientos para que faciliten la recalificación urbanística de los estadios. La crisis que viene merece un pronunciamiento, y claro, de la Secretaría de Estado del Deporte, que también está para esto.