TRtubén Darío exalta la juventud, que desdeña el tedio, desprecia el peligro y es arrogante; Disraeli la llama "depositaria de la posteridad" y Tagore admira su "perfección". Ditirambos aparte, hablemos de los jóvenes de hoy, que tienen otra mentalidad, visten prendas de marca, disfrutan de cosas antes impensables, su vida amorosa es desinhibida, aunque no pocos fueron víctima del fracaso escolar, sin llegar a estudios superiores. Pero antes, en la provincia, ¿quién iba a la Universidad? Muy pocos. En el pueblo, los hijos de cuatro ricos, y en Cáceres sólo se cursaba Magisterio o Enfermería, marchando los estudiantes a Salamanca, universidad cercana y prestigiosa. El resto, al dejar el colegio, en la sociedad gris de la posguerra, aprendía un oficio, era botones de banco, peón de albañil o dependiente de comercio; y, en los núcleos rurales, sólo se salía de ellos al hacer la mili , donde algunos seguían en el Ejército, se hacían guardias civiles o policías armadas. Más tarde, muchos jóvenes se enrolaron en la estampida de los 60 y 70, y con sus maletas atadas con cuerdas, emigraban a Bilbao, Alemania o Francia, donde sus ahorros los enviaban a sus padres, o a sus mujeres, ansiosos de que regresaran para las fiestas del pueblo. Con la llegada de la democracia, Extremadura tuvo su Uex, Cáceres se llenó de universitarios y el ambiente tenía otro color, con una juventud que ya no iba al cine del obispo Llopis , como antaño, sino asistía a otros espectáculos, leía libros sin censura, dejaba de pasear en Cánovas y no hacía grandes colas para el típico estreno, pues surgían el fenómeno del botellón, el Womad y otros festivales, que aumentaron el bullicio de la ciudad, muy visitada por un creciente turismo.

Ahora está muy preparada, con alto número de licenciados, que hablan lenguas, cursan dos o más carreras, viajan al extranjero y estudian en Bolonia con becas Erasmus, pero no hallan trabajo, volviendo al domicilio familiar al no pagar la hipoteca. Se ponen en la cola de INEM, presentan su currículum aquí y allí, cuidan ancianos, hacen de canguro y friegan platos en hoteles. Y, si alguno es ingeniero de Caminos, le costará colocarse en el más modesto empleo, lo cual es demoledor para la sociedad, amargo fruto de políticas erróneas y del despilfarro en gastos superfluos, cuando nos creíamos muy ricos. Mientras tanto, aunque no remite el inquietante futuro, los jóvenes no se echan en brazos de Morfeo, sino, alertados, están deseando que salga una brizna de sol, tras esta negra crisis social.