El expresidente José María Aznar (expresidente del Gobierno, se entiende, porque del PP, aunque también es expresidente, parece no desprenderse) se encaró el miércoles con el partido de Santiago Abascal para decirle: «A mí, mirándome a la cara, nadie me habla de una derechita cobarde», que así, «derechita cobarde», ciertamente, es como se refieren al PP los miembros del partido de Abascal, empezando por el propio Abascal, claro. Y dijo más el expresidente, siquiera para justificar su presencia en el acto electoral en el que participaba: «Estoy aquí porque el PP es el PP, con su ADN, sus principios y su historia». Hacía tiempo que Aznar no protagonizaba un mitin, desalojado del partido por Mariano Rajoy, pero el miércoles, en Valencia, Aznar se desquitó. Tanto se desquitó que más de uno debió de interpretar sus palabras como debían interpretarse, a saber: «Estoy aquí porque el PP soy yo, con mi ADN, mis principios y mi historia».

Y, para demostrarlo, hacía falta una exhibición, obviamente. La más adecuada para el momento -nada menos que un mitin, después de tantos años- fue la afirmación de que a él nadie le dice a la cara que el PP es la «derechita cobarde», que es lo que el partido de Abascal proclama. Y es entonces cuando el presidente Abascal, al día siguiente, jueves, se encrestó como Aznar y le retó: «Cuando quiera le hablo, mirándole a los ojos, de la derechita cobarde». Pero si Abascal le retó con cierta prudencia, consciente de que muchos de sus potenciales votantes proceden del PP, en especial los de mayor edad, no puede decirse lo mismo de otros dirigentes del partido. Basten dos ejemplos: Rocío Monasterio, candidata por Madrid, que considera que Aznar «trata a Pablo Casado como a un hijo que necesita protección», y Nerea Alzola, candidata por Vizcaya, que asume la confrontación con Aznar y le reta a decirle a la cara lo que piensa del PP: «Yo le hablo cuando quiera, mirándole a los ojos, de la derechita cobarde, y se lo explico detenidamente mientras le mantengo la mirada».

Así está el corral de la derecha. Por un lado, la «derechita cobarde». Por otro, la «derecha valiente» .