TCtuando hablamos de genéricos en nuestro país no siempre lo entendemos bien, tengo que reconocer que el verdadero significado de los genéricos lo percibí hace algunos años, concretamente en el amazonas brasilerio, en los municipios del río Purús, acompañando a la médico extremeña Toni López en su trabajo a lo largo de aquel río. Se trata de remedios, que no comercializados bajo ninguna marca de grandes multinacionales del medicamente, son capaces de curar enfermedades a aquellos pacientes con mínimos o escasos recursos económicos. La gente se sigue muriendo porque no tiene dinero para pagar medicamentos. De hecho aún en lugares recónditos, donde no existen genéricos, las multinacionales, como empresas que son, siguen negociando y así he sido testigos de cómo una simple pomada para enfermedades, como el Jorge Lobo, tiene un precio tan desorbitado que constituye el ochenta por ciento del salario mínimo en Brasil, quién tiene salario mínimo, claro.

Así pues, la reciente sentencia del Tribunal Supremo de la India fallando a favor de un medicamento genérico contra el cáncer, frente a la patente enarbolada por la internacional farmacéutica Novartis, tiene una significación: la de salvar la vida de aquellas personas que teniendo esta terrible enfermedad, no pueden acceder a esos medicamentos por pura cuestión económica. India y Brasil son dos países que han promovido desde hace años los medicamentos genéricos. Ambas naciones tienen enfermedades, convertidas en pandemias, y un alto índice de población en la más absoluta de las pobrezas.

XEN ESTAx controversia, además del Gobierno de la India, han estado presentes dos grandes instituciones internacionales, por un lado, la Organización Mundial de la Salud y, por otro lado, la Organización Mundial del Comercio. La ley de patentes de la India contempla que sólo se permitirá registrar y usar esa patente de aquellos medicamentos cuando su innovación sea clara, tratando de evitar que las grandes multinacionales del medicamento con mínimos cambios en la composición del mismo puedan registrarlo como patente. Y, en este caso, el Tribunal Supremo ha dicho que no se ha producido esa innovación, de acuerdo a la legislación de ese país. Un precedente determinante ha sido el tratamiento del sida, un noventa y nueve más barato, utilizando los genéricos. Prueba de ello lo constituye el hecho de que en el año dos mil el tratamiento para enfermos del sida costaba 10.000 dólares anuales y actualmente está en torno a 80 euros, un descenso que ha tenido que ver con esa fábrica de medicamentos para pobres que es la India.

Hasta el año 2005 no existía la ley de patentes farmacéutica en la India, y fue posteriormente al incorporarse a la Organización Mundial del Comercio, que le obligaba a aplicar la normativa de propiedad intelectual, como el resto de países. Pero este caso, nos debe hacer pensar de si efectivamente es lo mismo comerciar con un videojuego, o con la salud de las gentes.

Y así, efectivamente India, sí que hizo una reserva en relación a garantizar la salud pública y el acceso a los medicamentos. Pues el problema aquí estriba en la accesibilidad de la gente a los remedios cuando están enfermos. Y que por causas estrictamente económicas no puedan acceder a ello. Y más en países como este, con, por ejemplo, el índice de prevalencia más alto en el mundo de hanseniase (lepra) junto con Brasil en determinadas zonas geográficas. Una reserva que consolida el hecho de si efectivamente se produce una situación de emergencia sanitaria se pueda obviar, de alguna manera, la ley de patentes.

Este fallo, pues, viene a significar que cuando está en juego la salud de las gentes y su curación, los Gobiernos y sus países no pueden estar al socaire del mercadeo lícito, pero no siempre legítimo de las grandes multinacionales del medicamento. En mi experiencia en el Amazonas brasileiro siempre oí a esta doctora extremeña que la gente se puede morir no por el hecho de contraer una enfermedad, sino por no tener unos mínimos recursos para combatirla. De lo que se deduce que la elección entre la vida y la muerte no depende de uno mismo, sino de un mercado que trafica, a veces, con enfermedades convertidas en endémicas.