Nuestro más sincero agradecimiento por dar voz a las víctimas de la violencia escolar en el artículo de este domingo «Dos de cada diez menores extremeños sufren acoso en la escuela» y por diferenciar el acoso escolar de la violencia escolar consentida y promovida por los propios responsables del colegio. Así como por dejar claro que «el encubrimiento, el consentimiento e incluso la promoción de la violencia no es acoso, sino una concurrencia de delitos cometidos por mayores y menores porque los menores no son los que toman decisiones de vigilancia y control de los centros, ni de seguir un protocolo ni tomar medidas disciplinarias y de protección», sobre lo que también le rogamos que en próximos artículos se nos dé una explicación un poco más precisa y profunda para que las familias podamos saber cómo podemos defender mejor a nuestros hijos en los casos en que los responsables de los colegios se nieguen a cumplimentar todos los pasos del protocolo de acoso escolar. Y también para que podamos comprender los motivos por los que se niegan a hacerlo y no existe investigación policial de las denuncias, sino que se les pide informe a los propios responsables de colegios, que pudieron haber presuntamente consentido y hasta promovido la violencia contra la presunta víctima.

FAMILIA

Economía y divorcios

José Cassany

Madrid

La familia tradicional tiende a desaparecer. No lo digo yo, es una constatación que podemos hacer. Ciertamente, las familias de un solo miembro con hijos, dos miembros con hijos de anteriores relaciones o parejas heterosexuales sin hijos u homosexuales con hijos o sin, han venido para quedarse con el antiguo título de familia. A buen seguro, hay más títulos de familias monoparentales que de familias numerosas.

El pasado crecimiento de la economía, periodo largo y con final de crac mundial, nos dio suficiente tiempo para reflexionar. «Contigo, pan y cebolla» o «Antes solo que mal acompañado». Al parecer, la segunda opción se impuso en muchos de los llamados matrimonios convencionales. Quien antes deseaba una boda tradicional, con todos los detalles lujosos que comportaba: banquete, viaje y piso, pasó del deseo a la impotencia de no poder cumplirlos. Económicamente inviable.

Es por este motivo que, además de una educación recibida católica no practicante, muchas parejas creyeron en la formalización de derechos con el pseudo-título de pareja de hecho, con papeles o sin y, creyéndose la falacia de menos problemas para finalizar una relación. Los que habiendo pasado por la vicaría o el juzgado obtenían el libro de familia, antes de la crisis económica del 2007, preferían un mal divorcio a tener que aguantar las malas caras con la pareja. La supuesta libertad los esperaba a los dos, o como mínimo, a quienes no tenían la guardia y custodia de los hijos. Se firmaban convenios de separación y divorcio con cláusulas abusivas para una de las partes y en pro del supuesto beneficio de los hijos. Se aceptaba pulpo como animal de compañía. He aquí, contrariamente al dicho popular «Cuando el dinero sale por la puerta, el amor salta por la ventana», las parejas de la crisis del 2007 al 2014 han aguantado todo lo que no está escrito. El divorcio ha sido inviable para todo el mundo que no se pudiera mantener por él mismo.

Paro, trabajo precario, sueldos mileuristas y pensiones de alimentación altas, han obligado a las parejas a mantenerse unidas o aceptar su condición individual de pobreza absoluta. Hoy, los españoles hemos recibido una buena noticia: el último año ha aumentado el número de divorcios, una señal inequívoca de la buena marcha de la economía. Ahora sí, ya me creo lo de los brotes verdes.