TQtuienes predicen que la crisis va a retrotraer a la sociedad española a las condiciones de hace 30 o más años se equivocan en muchos aspectos. Sin duda el Estado se va a reducir, y ya lo ha hecho bastante. Asimismo, los salarios van a seguir bajando hasta tasas que configurarán una nueva sociedad de consumo, marcada por una capacidad de gasto notablemente menor de la que existía hace seis o siete años. Y ocurrirán, están ya ocurriendo, más cosas malas. Pero los cambios estructurales que se han producido en estas últimas tres décadas, entre ellos la formidable inversión en capital fijo, están ahí para quedarse aún por mucho tiempo, haciendo imposibles las semejanzas con el pasado. Tal vez el cambio más espectacular es la fortaleza de grandes empresas españolas en los mercados internacionales. La última noticia en este terreno, la de que Telefónica está a punto de hacerse con una mayoría de la alemana KPN y convertirse en líder del negocio telefónico de Alemania, confirma que ese proceso no tiene límites. El tiempo hablará de la solidez de esa iniciativa. Buena parte de las compañías que figuran en el Ibex, entre ellas Telefónica, obtienen desde hace años la mitad o más de sus beneficios en el extranjero. Y no solo está presente en los mercados latinoamericanos, sino también en los europeos y en Norteamérica. Las poderosas empresas españolas de obras públicas construyen por todo el mundo.

Mientras tanto, aquí siguen recortando plantillas y sus planes de inversión en territorio español simplemente no existen, en la mayoría de los casos. Si a eso sumamos que la exportación es casi el único camino de salvación que han emprendido las empresas de menor tamaño que esas, se puede concluir que la España que funciona únicamente mira al exterior. Y eso no deja de ser inquietante.