Catedrático de ESADE

Quienes no tengan que exportar nada a las Américas pueden estar contentos con la remontada del euro a los valores que tuvo en su lanzamiento el 1 de enero de 1999. Quienes importan de esos lugares lo estarán más. A la tasa actual, el euro no sólo ha inflado el ego económico de Europa, sino que ha rebajado sustancialmente el precio de algunas importaciones, especialmente del petróleo, que es una mercancía estratégica en nuestra economía. Un euro alto sirve también para frenar la inflación, lo que nos viene bien en España. Por fin tenemos una moneda seria y apreciada por medio mundo. Y cuando los ingleses se decidan a dejar su vieja libra y adoptar el euro, cosa que tendrán que hacer pronto antes que tarde, la Unión Monetaria se verá fortalecida. Pero no todo son alegrías. En Alemania, Italia y Francia el encarecimiento del euro no es causa de regocijo, porque frena sus exportaciones a la zona dólar en un momento en que esos países necesitan exportar más para animar sus economías. Total, que nunca llueve a gusto de todos. La impresión de muchos expertos es que el euro va a seguir subiendo, no por sus propios méritos, sino porque el dólar va a seguir cayendo. La política económica de Bush, quien está aumentando el déficit fiscal y la deuda pública en EEUU a niveles astronómicos, le está jugando una mala pasada al valor del dólar. Podemos suponer con una cierta probabilidad que, mientras Bush no cambie su política y reduzca los dos déficit, el fiscal y el de cuenta corriente, el dólar se seguirá depreciando, lo cual puede continuar hasta que los mercados financieros crean que el próximo presidente de EEUU, a elegir en noviembre del 2004, será una persona más responsable en temas económicos.