La ignorancia es el peor de los exilios, y el excelente médico de Membrío, Miguel Jiménez , me ha sacado de ese limbo donde muchos residen desde hace décadas. Yo creía que la canción de José Afonso era la señal que inició uno de los episodios más fragantes de la historia de nuestra Iberia sumergida (la Revolución de los Claveles), pero, al parecer, el mensaje que cifraba la melodía era otro distinto: objetivo cumplido. El caso es que la canción ha sido y es símbolo para muchos exiliados, y no son pocos los que la sienten como propia; es su divisa, su enseña emocional. Y es ahora cuando, merced a la globalización --y no tanto gracias al sentido común--, se van difuminando fronteras --las interiores son otra cosa-- , resulta extraño escuchar términos como patriotismo, nación e identidad, esgrimidos como argumentos de exclusión. Y se hace un uso bastante interesado de los símbolos y de lo que representan, sobre todo por parte de quienes creen tener exclusividad sobre su uso, apropiándose de los mismos, envileciendo su significado. Se supone que los símbolos son para conciliar, no para discriminar. Y el sentirse más o menos cómodo con ellos no tiene nada que ver con la lealtad hacia lo nuestro .

Si el patriotismo no va mucho más allá de cánticos y banderas, entonces es que se queda corto: mal va quien antepone españolidad a libertad o igualdad. Hay a quien no le inspira nada la enseña nacional y quien convulsiona con el himno oficial de España, quizá porque le trae a la memoria la grandeza de una nación capaz de gestas tales como ganar una Eurocopa; quien se identifica con la bandera del aguilucho cenizo (perdón, águila imperial me dice un amigo ornitólogo) o siente una afinidad inexplicable hacia la tricolor; ambas, por cierto, quedan especialmente fashion en las manifestaciones. Y hay a quien sólo se le pone la carne de gallina cuando empiezan a sonar los acordes de Grándola, vila morena...

Y no pasa nada. En nuestra balsa de piedra cabemos todos. Todos menos, claro está, los intransigentes. A ellos está especialmente dedicada Grándola.