Son muchos los frentes que tiene abiertos Zapatero ante el inquietante 2009. El judicial no es el menor. Ya parece haberse dado cuenta de que el consenso al que llegó para la renovación del Consejo del Poder Judicial no ha sido demasiado bueno para él: ni Carlos Dívar es el presidente que el Ejecutivo necesita ni es el que la oposición precisa, aunque puede que sí sea el que los jueces anhelaban. Pero lo cierto es que hoy los jueces están enfrentados, en una buena parte, tanto al Consejo como al Gobierno y, sospecho, hasta a la oposición y a sus propias asociaciones profesionales. Se han convertido en un poder, pero no a la manera que soñaba Montesquieu , sino en uno más de los colectivos fragmentados, descontentos, no del todo bien organizados y levantiscos.

Y no digo yo que no tengan razones para estar insatisfechos. La situación de la Justicia en España se sitúa al borde del caos --siempre lo ha estado, por otra parte; ahora, si acaso, algo menos que antaño--, la falta de medios es apabullante, las injerencias del Ejecutivo son constantes y la mala fama de los jueces ante los medios de comunicación puede que sea, en términos generales, bastante injusta, aunque haya demasiadas excepciones que sí la justificarían. Parece fundamental afrontar y organizar una reforma a fondo de las estructuras en este sector, y el ministro del ramo, Mariano Fernández Bermejo , que procede de la carrera fiscal, trata de acometerla. A ver si los corporativismos, la miopía de algunos y sus propias limitaciones se lo permiten.

Mientras, pretextos como la ridícula sanción del CGPJ al juez del caso Mariluz servirán para atizar el fuego de ese descontento que se evidencia en la Intranet de Sus Señorías. No sé si llegarán a la demasía de hacer una huelga, escasamente legal a la luz de la mayor parte de los criterios que he podido consultar. Sospecho que la sangre no llegará al río. Pero es muy peligroso para un país que quienes deben hacer cumplir las leyes (las fuerzas de Seguridad) y quienes deben aplicarlas (los magistrados) naden en las tempestuosas aguas de la indisciplina y la contestación.