El primer ministro israelí, Sharon, celebró el Yom Kippur alegando que su país debe estar preparado para la guerra en todo momento. Bajo la protección de EEUU, como demostró otra vez la inoperancia del Consejo de Seguridad de la ONU, Israel persiste en su guerra preventiva, contraria al derecho internacional pero teorizada por Bush antes de ser practicada con penosos resultados en Irak. Enterrada la Hoja de ruta, imparable el ciclo de los atentados terroristas y la represión implacable, la escalada israelí contra Siria y el Líbano demuestra de forma irrefutable que el conflicto israelo-palestino crispa al mundo árabe y puede incendiar Oriente Próximo.

Los israelís viven bajo las ilusiones de la invencibilidad de su Ejército o la eficacia del muro supuestamente infranqueable que no frenó a la última terrorista suicida. La verdad, sin embargo, es que Sharon no garantiza la seguridad ni la paz. Y que los palestinos están abocados al dilema de los tanques israelís o la guerra civil. Así, la escalada sólo puede ser frenada por una intervención internacional. Para eso, Bush debe comprender que Palestina trastoca sus planes en Oriente Próximo. Aunque no está claro si la estrategia la impone EEUU o Sharon.